OPINIóN
Actualizado 07/10/2024 10:52:19
Francisco López Celador

Para no tener que dar demasiadas explicaciones, los medios de comunicación afines al nuevo progresismo no pierden la ocasión de ocupar los “espacios de marujeo” para arrimar el ascua a sus respectivas sardinas. Se procura pasar de puntillas sobre el gravísimo problema de la inmigración; se tergiversa lo tratado con los partidos antiespañoles para no tener que admitir los constantes agravios que están ocasionando a las víctimas del terrorismo; se deja desarmadas a las Fuerzas de Orden Público; se acaba con la igualdad que proclama la Constitución para todos los españoles pisoteando el espíritu de solidaridad que debe regir entre unas comunidades y otras; o, lo más frecuente, se pone en marcha la máquina de sacar trapos sucios de la oposición, venga o no a cuento.

Cuando las noticias son tan cruciales que aparecen en todos los medios extranjeros, no queda más remedio que buscarlas acomodo, aunque sea de tapadillo o previamente “aseadas”.

Esta política del avestruz nos está trayendo más de un quebradero de cabeza, tanto dentro como fuera. El exceso de egolatría de Sánchez está propiciando el alejamiento entre los españoles. En las épocas difíciles, los más desfavorecidos buscaron el bienestar de los suyos trasladándose a regiones más prósperas, y lo encontraron. Algunos echaron raíces en sus nuevos hogares y se integraron entre los nativos. Otros tuvieron la desgracia de establecerse en guetos independentistas y, empujados por los intolerantes, tuvieron que regresar con sus ancestros. En cualquier caso, las exigencias de los que chantajean a Sánchez hacen más difícil cada día nuestra convivencia interna.

A la raquítica cosecha de escaños obtenidos por Sánchez, se une la codicia de los secesionistas. Han visto la delicada situación de Sánchez y saben que, de no aprovechar esta ocasión, no volverán a tener otra. Todos lo sabemos, pero Sánchez quiere que aplaudamos su hoja de ruta porque es la mejor para España. Al menos, esa es la consigna que repiten sus voceros, que saben que no es cierto, pero deben asegurar su nómina. En este estado de cosas, no será fácil cambiar de colchón en La Moncloa.

La aparición de problemas que ponen en entredicho la honorabilidad de dos familiares directos de Sánchez, unido a las dificultades que se le presentan a la hora de sacar adelante sus pretendidas leyes, han sido el detonante para acelerar la campaña de neutralización. Son varios los asuntos que han venido a aliviar las premuras del gobierno y el clavo ardiendo al que se ha podido agarrar el equipo habitual de La Moncloa: la situación en Oriente Medio, el “robo” de Venezuela, la insolencia del nuevo gobierno de México y la resurrección del desagradable afer de Juan Carlos I con Bárbara Rey, sucedido hace treinta años.

Sin entrar a analizar la posible invasión en la intimidad de cualquier persona, no estaría demás subrayar la finalidad de sacar a la luz fotos y audios en este preciso momento. Conocemos lo inadecuado de varios pasajes en la vida privada del rey Juan Carlos. Por más que se intente sugerirlo, no hay ningún español que apruebe esa conducta, ni antes ni ahora. Como tampoco se aprueba la de otros personajes públicos capaces de aligerar las arcas del Estado con fondos destinados a solucionar los problemas de personas en dificultades; ni la de políticos que se venden por un sillón o por una nómina; y sin embargo, muchos de esos temas duermen el sueño de los justos.

Lo chocante es comprobar el momento preciso de poner de actualidad esas conductas cuando alguien nota que le llega el agua al cuello. En el tema que afecta a la Corona, el ala izquierda del arco parlamentario nunca escondió su rechazo a la monarquía para instaurar el régimen republicano. Durante la etapa de la Transición ese sueño estuvo aletargado, entre otras razones, porque aquella izquierda comprobó que era la única forma de poder volver a ocupar asiento en los distintos parlamentos. El Rey departía de forma natural con Carrillo, Felipe González o Fraga, España iba prosperando y saliendo del aislamiento y el español de a pie no necesitaba “ayudas” para observar la situación.

Con algo tan grave como la situación en Oriente Medio, enciendes el televisor y por mucho que intentes hacer zapping no podrás librarte de la pareja Juan Carlos-Bárbara, Tanta casualidad y tanta unanimidad resultan, cuanto menos, sospechosas. La vida privada de las personas no puede asaltarse sin que intervenga el estado de derecho, y más cuando todo rezuma un claro olor a chantaje. Lo de menos es saber quién fue la persona que fotografió y filmó las escenas eróticas; lo que hay que aclarar es la razón por la que se guardaron y se sacan precisamente ahora. La responsabilidad de justificar la procedencia de los fondos con los que se intentó silenciar a la vedette es de quien se los entregó, y tampoco eso debe taparse.

El Rey, Felipe VI, ha dado sobradas muestras de alejarse de conductas tan frívolas como las de su padre, pero nada ha sido suficiente para los que añoran la época de las algaradas, los crímenes impunes, el saqueo y el ataque a la Iglesia. Con esa tarjeta de presentación, que tuvo como colofón nuestra desgraciada guerra civil, la nueva “izquierda beluga” sueña con el regreso de su querida República, quiere que desaparezca la corona para poder atar a los galgos con longaniza, sin darse cuenta de que lo que volvería sería la boina y la alpargata ¿O es que alguien ha pensado que un Presidente del Gobierno es menos costoso que un Monarca?

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