El alcalde, Juan Antonio de Jesús, pronunció unas palabras explicando el motivo del acto, y minutos después dos vecinos descubrían una placa instalada sobre un monolito de piedra en la plaza de la Iglesia
El homenaje a quienes donaron sus tierras a los moradores de Cabeza del Caballo a mediados del siglo XIX, el matrimonio formado por Gabina Toresano Salazar y Pablo de Rozas y Ordanza, este domingo, día de la Fiesta de las Madrinas, el Ayuntamiento de Cabeza del Caballo tributaba un homenaje a ambos en agradecimiento a su gesto, ejemplo de filantropía, en una época nada fácil para nadie.
Con este motivo, en la plaza de la Iglesia se descubría una placa con el nombre de ambos instalada sobre un monolito depiedra rústica colocado con este fin. Antes de descubrir la placa sobre el monolito por Luis y Félix, el alcalde de Cabeza del Caballo, Juan Antonio de Jesús, pronunciaba unas palabras explicando el acto, para que a partir de este momento los niños y jóvenes de Cabeza del Caballo sepan quiénes eran don Pablo y doña Gabina sin necesidad de preguntárselo a sus padres o abuelos, “un recuerdo a los antiguos dueños del pueblo y a su generosidad, para que esté presente siempre”.
En la placa colocada en la piedra “elegida por Luis”, reza: “El Ayuntamiento de Cabeza del Caballo a don Pablo de Rozas y a doña Gabina Toresano, que compraron el pueblo el 12 de febrero de 1822, y lo donaron años después a sus moradores. Cabeza del Caballo 2024”.
Hay que lamentar que el acto se llevó a cabo bajo un gran temporal de lluvia e viento, lo que deslució su desarrollo.
Historia de las tierras de Cabeza del Caballo, según Tomás Rodríguez
Según narra Tomás Rodríguez en el programa de fiestas de este año, las tierras que hoy constituyen el término de Cabeza del Caballo eran propiedad, desde 1382, del monasterio de Valparaiso de los frailes bernardos, situado en la localidad zamorana de Peleas de Abajo, y fueron objeto de las primeras amortizaciones impulsadas en España durante el Trienio Liberal. Concretamente, se subastaron el 16 de febrero de 1822 y “fue uno de los términos que alcanzó una notable revalorización. Tasado en 347.847 reales, su cotización fue rematada en 1.010.000 reales. La puja se realizó ante el juez don Eugenio Darizmendi y el escribano don José Sierra”.
Como asegura Tomás Rodríguez, estas tierras “fueron adjudicadas a don Juan Gavilán Sierra, que actuaba de intermediario de la familia Rozas y Ordanza, residente en Madrid. En las escrituras correspondientes figuraban como compradores los hermanos Manuel, Pablo y Sinforosa de Rozas y Ordanza”.
Años más tarde, la herencia se fue concretando en el matrimonio de don Pablo de Rozas y Ordanza y doña Gabina Toresano Salazar, y posteriormente, al fallecer prematuramente Gabina de Rozas Toresano, hija y heredera del matrimonio, el pueblo pasó a ser propiedad de doña Gabina Toresano Salazar tras quedar viuda.
En 1856, ya viuda, doña Gabina determinó, posiblemente por acuerdo previamente adoptado con su marido don Pablo, donar el término de Cabeza del Caballo, “posesiones rústicas y urbanas, a los moradores del lugar a partes iguales, con una condición, que la propiedad la disfrutaran en usufructo, mientras vivieran o decidieran entregarla, dos presuntos sobrinos o asistentes que la cuidaron en sus últimos años, los hermanos Pablo y Ana Sánchez Villarrubias. Ambos residían en Alcobendas, Madrid, donde doña Gabina dispuso de vivienda y pasaba largas temporadas”.
“Don Pablo Sánchez cedió su parte en la década de los años de 1880, mientras que su hermana mantuvo los derechos de posesión hasta el momento de su fallecimiento en 1914.
De esta forma, el reparto de las fincas a los herederos efectivos se solventó en dos particiones con varios años de diferencia. La mitad del territorio se entregó por concesión de don Pablo Sánchez Villarrubias en la década de 1880. El 5 de octubre de 1883 se iniciaron los procesos con una primera reunión en la que se eligen cuatro vecinos comisionados para llevar a cabo las negociaciones con don Pablo Sánchez y su administrador".
La segunda entrega se realizó unos 40 años después, tras la muerte de la segunda heredera del usufructo en 1914.
La entrega altruista y gratuita significó para los habitantes del pueblo un alivio, un ejemplo de solidaridad social a todos los niveles. Cierto es que algunos años después, el equilibrio de igualdad en el reparto previsto por doña Gabina y don Pablo se había roto en bastantes casos por distintos y varios motivos. Pero a pesar de ello, en general la localidad ha vivido un desarrollo "sin grandes desigualdades territoriales, lógicamente dentro de la sufrida y limitada economía de la gente del mundo rural".
"De este modo -concluye Tomás Rodríguez-, ninguna consideración sirve para poner reparos a la decisión cabal y desprendida de estos dueños del pueblo que nos legaron, junto con las tierras y moradas, su ejemplo de filantropía y grandeza de espíritu”.