OPINIóN
Actualizado 01/10/2024 07:54:22
Fermín González

" Cuando menos lo esperamos, la vida nos pone delante un desafío que pone a prueba nuestro coraje y nuestra voluntad de cambio."

- La consecución de objetivos comunes, comenzando por la vida y las capacidades en cada ser humano…- Las estrategias racionales de dominio, coherentes con fines particulares o meramente nacionales, no podrán ser nunca generalmente aceptadas, aunque ocupen por la fuerza el escenario público. Sólo consiguen triunfar a través de la combinación corrosiva de la violencia con el impuesto de unas relaciones económicas desiguales.

En un mundo interdependiente, la teoría de sistemas nos ha acostumbrado a percibir que los agentes locales producen efectos globales. Otra cosa muy distinta es que podamos predecir tales efectos, como pretende, por razón de método, la ciencia empírica. El único modo de someter a un sistema las causas y los efectos de las acciones humanas, sería un condicionamiento de la conducta que anulase la libertad personal. Es lo que han pretendido técnicamente los totalitarismos que se autoproclamaban científicos, mientras duraron.

La tecnología educativa que se orienta a la formación de competencias instrumentales, con el fin de que los individuos puedan ajustarse a las exigencias del sistema económico, ha demostrado su eficacia, en que la exclusividad del mercado parece arrastrar a toda la humanidad a una socialización negativa: la realización de fines particulares por medios cruelmente inmorales; la corrupción legal o fraudulenta que provocan nuevas formas de clientelismo, a causa de la brecha creciente entre pobres y ricos; el genocidio activo o pasivo de una inmensa muchedumbre. Todos los fines sociales, incluso el horizonte de cualquier bien común, son supeditados a objetivos claramente inconciliables, con los resultados siguientes: el aumento brutal de la desigualdad y la vulnerabilidad de cada vez más personas, al tiempo que los fuertes se hacen más fuertes; la agresión contra el medio ambiente que hace insostenible la vida. El marco de sociedades abiertas, no tiene siquiera la intención de aprovechar el aprendizaje que hace posible la relación creciente entre personas y culturas, excepto para estimular la movilidad de los capitales financieros o humanos (la mano de obra barata) en un mapa trazado por la búsqueda del mayor beneficio. Contra toda lógica que no sea la acumulación, la mayor parte de los bienes y de las capacidades de los más pobres están destinadas a los más ricos, por una fuerza centrípeta aparentemente ciega.

Además de esas vías de transmisión cultural: la teoría de la acción comunicativa reconoce a cada persona la oportunidad de intervenir en el espacio público de diálogo con sus actos de habla, sin salir del marco de la vida cotidiana; o con una solicitud de razones para contrastar la validez de tales actos, que da lugar necesariamente a un proceso de argumentación racional, a no ser que sea eludido de forma violenta. Tal como ha puesto en práctica la pedagogía contemporánea, el aprendizaje significativo no se produce por medio de la instrucción unilateral, sino por el esclarecimiento inter-personal y personalizador de los significados que estaban latentes en el mundo de la vida: saberes nocionales o procedimentales, normas, actitudes y sentimientos. Por supuesto, en nuestra cultura también existen modos de pensamiento escéptico, pero nos van a servir de poca ayuda si no asumen siquiera la posibilidad de un aprendizaje histórico. El ser humano, además de habitar sistemas físicos, biológicos y sociales, es él mismo un sistema: tiene que instruirse como aquellos o, dicho de otra manera, convertirse a ellos.

Es la educación, el aprendizaje, las normas históricas, de una globalización imperante, que se justifica por sí misma, debemos ir soltando el lastre, de la imposición, de las fronteras violentas, de laboratorios económicos, e injerencias políticas, y cualquier otro estimulo, que no sea la capacidad creativa, la adaptación a unas fórmulas de vida, que se van instalando, generación tras generación en lo más profundo y entrañable de nuestros sentidos, en nuestras conductas y nuestras culturas… ¡Claro que: Algunos no se han enterado…!

Fermín González, salamancartvaldia.es, blog taurinerías

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