OPINIóN
Actualizado 02/10/2024 11:33:48
Juan Antonio Mateos Pérez

Mientras haya espacio para el uso de las armas, de la fuerza física o de la fuerza bruta, cualquiera sea su intensidad, se reducen las posibilidades para la fuerza del alma.

MAHATMA GANDHI

La elección de hoy ya no es entre violencia y no violencia. Es la no violencia o la no existencia.

MARTIN LUTHER KING

El 2 de octubre es el aniversaria del nacimiento de Mahatma Gandhi pionero de la filosofía de la no violencia. Su compromiso con la paz y la lucha de la no violencia le llevará a pasar numerosos periodos en la cárcel. Su mensaje y activismo siguen vivos en la actualidad, como la lucha por la dignidad de la persona, la inculturación, la espiritualidad interior como camino para llegar a una sociedad más justa, no contribuir con las desigualdades y las injusticias, promoviendo la lucha pacífica. El escritor Rabindranath Tagore que respetaba enormemente a Gandhi, aunque no compartía muchas de sus ideas, le dedicó el apodo mahatma, alma grande en sánscrito, así es como muchos conocen al gran defensor de la no violencia.

La no violencia es un método de lucha para quienes rechazan tanto la injusticia como la utilización de la violencia para combatirla. Nunca es resignación, pasividad o aceptación de la injusticia, es una forma de tratar de superar la violencia, indagando y descubriendo medios cada vez más válidos, que se opongan a las injusticias y a las inequidades sin tener que recurrir a los tradicionales métodos de la fuerza bruta. El principio de la no violencia rechaza el uso de la violencia física para lograr un cambio social o político.

No es fácil educar en la paz y la no violencia en un mundo donde la indiferencia parece la pauta más generalizada. En una sociedad que mira para otro lado, y no se moviliza ni de corazón ante millones de personas que tienen que abandonar sus hogares por culpa de una guerra, la violencia y la persecución. Una cultura que lo que primerea es la incertidumbre y el miedo, no es fácil la tolerancia, la solidaridad, el respeto a los derechos y poder imaginar un mundo, donde las fuerzas globales estén sorprendentemente renovadas por la justicia y la equidad.

La no violencia no sólo debe denunciar y neutralizar todas las formas de violencia directa sino, además, todas las manifestaciones de la violencia estructural, porque con ello no sólo construye la paz mediante la justicia y la solidaridad, sino que ayuda a prevenir futuras formas de violencia, ofreciendo argumentos y estrategias de lucha, tanto organizativas como de resistencia para mejorar los desequilibrios de poder y los grupos sociales más marginados.

Como nos recuerda Judith Butler, la posición ética de la no violencia debe estar ligada a un compromiso con una igualdad radical. Y, más específicamente, la práctica de la no violencia requiere oponerse a las formas biopolíticas de racismo y a la lógica de guerra que suelen diferenciar a las vidas dignas de ser cuidadas de las que no lo son: poblaciones que se consideran daño colateral o un obstáculo para alcanzar objetivos políticos y militares. Requiere también una explicación de por qué y bajo qué condiciones los marcos para comprender la violencia y la no violencia, especialmente en un mundo donde la violencia se justifica cada vez más en nombre de la seguridad y el nacionalismo.

El camino de la paz no es independiente de la justicia, sobre todo de la justicia social. La paz no es ausencia de guerras, ni volver a la situación anterior, la paz está asociada a la voluntad de cambio que alienta las transformaciones urgentes de las condiciones de vida de las mayorías más pobres. Unos principios de justicia que sean igualitarios, pluralistas y democráticos, asociados todos a la prioridad de lo público sobre lo privado, a la inclusión y a la ética, subrayando la dignidad de la persona. Si la guerra suspende la ética, la ética de la justicia es el mejor recurso para el conflicto (Levinas).

Hoy es muy necesaria una educación para la paz, así como la disidencia y la responsabilidad, para poder luchar contra la pereza y la tendencia al conformismo y el silencio que la sociedad fomenta (Mayor Zaragoza). Tenemos la obligación moral de fomentar en nosotros como sociedad, en nuestros hijos, en nuestros alumnos la capacidad de oponernos a muchas cosas que nos ofrecen como normales y cotidianas pero que generan violencia e injusticia.

Fomentar el valor de la libertad, la autonomía y el compromiso, para colaborar y luchar en grupo para resolver y trabajar por una sociedad más justa, pacífica y democrática. Desde la educación para la paz y la no violencia, nos ayudará a la transformación creativa de los conflictos en base al conocimiento, la imaginación, la compasión, el diálogo, la solidaridad, la integración, la participación y la empatía.

La paz y la no violencia están asociadas a la voluntad de cambio que alienta las transformaciones urgentes de las condiciones de vida de las mayorías más necesitadas y que reciben mayor violencia. La paz, no es otra cosa que la síntesis de la libertad, la justicia y la armonía. La violencia como la paz son fenómenos culturales, resultados de las decisiones humanas, podemos educarnos en uno o en otro, pero la ilegitimar moralmente la violencia, es un reto cultural urgente y necesario. Nos recordaba Mahatma Ghandi que la no violencia es la mayor fuerza a la disposición de la humanidad. Es más poderosa que el arma de destrucción más poderosa concebida por el ingenio del hombre. Hagámosla posible.

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