En las pocas horas que esperabas en esos corrales de viejas paredes de piedra de la plaza de La Glorieta, junto a tus hermanos, “Marxista”, “Pugil” “Amoroso”, “Diablito” y “Comandante”…en esas pocas horas que esperabas tu destino final escrito en la raíz de tu estirpe, ¿qué pensabas?. Apenas nada porque andarías nervioso en lugar así, desconocido y terriblemente escaso, un lugar inhóspito para ti, criado a lujo de campo abierto. Pero seguro pensarías en algún momento que aquel tu final no iba a quedar mudo en la historia. Había que hacer algo grande, que tuviera generosos titulares en los periódicos.
Y bien que lo conseguiste “Querido” toro. Tú estás muerto porque para morir en el ruedo te criaron. Pero no vas a pasar al olvido porque casi diez mil personas corearon tu inmensa bravura y tu noble condición de toro bravo. Seguro que ni soñaste (si es que los toros sueñan) que por hacer bien tu trabajo tu nombre iba a quedar cincelado con letras de oro en el pergamino de tu historia.
Ojalá que en el cielo donde habitan los bureles que la Tauromaquia eligió como estandarte, tu carácter excelso de toro bravo transmita a quien corresponda la hermosa condición de tu poder y generosidad con el torero a quien hiciste por tu obra y gracia soberbio artista.
¡Viva la madre que te parió, “Querido” toro!