"La Glorieta caía hoy rendida a la moda juvenil, a este Roca Rey torero del siglo XXI, ídolo de jóvenes y no tan jóvenes y a esa magia, esa inspiración y ese saber que ha desplegado con el cuarto Talavante"
Cuando La Glorieta registra un casi lleno como el de este viernes, parece una mujer enamorada (o un mujero, o une mujere, que en los toros cabemos todos, no vayan a decir que somos casposos y desfasados, y más después de lidiarse un toro Marxisto). Una mujer enamorada que se pone guapa para su cita de la tarde, para coser a sus caderas al ser amado.
Eso, más o menos, es lo que pasa cuando Roca Rey pisa los ruedos. Un torero que, más allá de su tauromaquia, está de moda, engancha a los públicos, los encandila. Un joven que mete jóvenes en la plaza, que capta aficionados que luego tomarán sus propios caminos, que no desgasta su crédito, si todo el mundo lo quiere ver.
También Roca Rey ha venido a Salamanca de guapo, tabaco y oro, para metérsela en el bolsillo con dos arriesgados circulares por la espalda que fueron gasolina en el tendido y rematando con toreo de cercanías y arrimón en su primero. El dios Roca, que a su complicado y manso segundo lo tuvo que torear casi en chiqueros y pegado a las tablas, rematando con un estocadón. Gran exposición premiada en demasía con dos orejas pedidas por una legión y pitadas por los cabales. Poner, al menos en orejas, esa faena al nivel de la de Talavante en el cuarto es casi un fenómeno paranormal. Pero Roca Rey, que es un torerazo -gustará más o menos pero eso no se discute- es el gancho, el imán, la moda juvenil; torero de valor y masas, tan necesario para que las plazas se pongan guapas y los tendidos se llenen.
Hace ya mucho tiempo, cuando aún hacía unos cuantos paseíllos desmonterado, mi amiga Cristina Padín apodó a Talavante como "El Mago", siguiéndole por las plazas de España igual seguían a Cristo sus apóstoles proclamando el evangelio. Y aunque una siempre profesó en la religión de Paula, y Joselito, y José Tomás, y Morante, luego me hice ecuménica por Urdiales y Fortes, y por el mago, ese mago de Cristina, que conoce el secreto que muchos jamás llegan a adivinar. Y ahora que abre los carteles y es espejo y referencia para el que quiera ser algo en esto, sigo pensando que no hay un sobrenombre mejor puesto por esa capacidad de improvisar, de sacarse pases imposibles de la chistera. De la montera. Del alma. Qué tío.
Esa magia, esa inspiración, ese saber que ha desplegado con el cuarto, Querido, un torazo de Garcigrande que tuvo la suerte de caer en sus manos. Toro bravo, con fijeza, prontitud, clase. Con todo lo que tiene que tener un toro bravo. Enamorado enamorando, queriendo a ese Querido que no se cansaba de repetir por el pitón derecho y que terminó templando y metiendo en la muleta por la izquierda, la mano baja, las zapatillas clavadas, hasta los soberbios naturales de remate, luciendo al soberbio animal. Vertical, sabio, mago. Haciendo verdad el milagro que se produce cuando se encuentran toro y torero y la plaza ruge, y se emociona, y los tendidos se ponen en pie y las palmas de las manos duelen de aplaudir. Enamorando. Qué toro, qué torerazo. Torazo de premio y pañuelo azul.
Esa magia de Pablo Aguado con el capote, muñecas de seda y lances a ralentí en lo poquito que se ha podido ver este septiembre en la plaza con la seda. Torero caro, de gusto y regusto, que tarde o temprano tiene que romper como rompen los toros de Justo Hernández en la muleta cuando nadie apuesta por ellos de salida. El primero se le apagó pronto, después de un precioso inicio de faena con largas y trincheras y firmando bellísimos pasajes sueltos. Torería y belleza que también asomaron con el que cerraba plaza, también en pasajes, sin terminar de tomar vuelo. Pero volará, yo lo sé, porque es un torero de los de meter en el misal y rezarle las letanías, que no lo hace sólo bonito, que se coloca, y mide, y cita, y entiende esa música callada del toreo que a veces la música de la Banda solapa. Que pellizca adentro.
La Glorieta caía hoy rendida a la moda juvenil, a este Roca Rey torero del siglo XXI, ídolo de jóvenes y no tan jóvenes. Jóvenes enamorados, monoteístas aún en la biblia del peruano, que no tuvo oponentes, en una plaza donde esta tarde ha quedado escrito que dioses hay más de uno, que más allá de la moda juvenil existe el toreo. Ese milagro.
Laus Deo.