"Dicen que el toreo es de machos muy machos. Machos y machistas. Pero yo he visto esta tarde en La Glorieta a una joven mujer esparciendo su esencia femenina", señala
Dicen los que se creen que saben que el toreo es cosa de viejos y casposos, de la España facha que se resiste a abandonar su pasado, esa memoria histórica -histérica- que a menudo inclina la balanza hacia un sólo lado. Pero yo esta tarde he visto en el ruedo de La Glorieta a tres jóvenes que hacen del toreo su vida y a tropecientos jóvenes en la grada y la andanada de sol unidos por una pasión, asomándose al futuro sin mirar al pasado. Ni las izquierdas ni las derechas impidieron que llegasen hasta aquí, unos de la mano de sus mayores, otros porque descubrieron la magia, se empaparon de veneno y gloria una tarde cualquiera y decidieron seguir los pasos de todos los que han ocupado los tendidos a través de los siglos.
Dicen que el toreo es de machos muy machos. Machos y machistas. Pero yo he visto esta tarde en La Glorieta a una joven mujer esparciendo su esencia femenina, honrando a las mujeres valientes -que somos casi todas-, abriendo puertas y caminos a las que vengan, que son ya un puñado, que son ya legión; hombro con hombro con sus compañeros, ni un pasito atrás, frente por frente con un novillo manso de salida que pidió el carné y mano baja. Y ella, firme, brava, se la ofreció y se impuso en vertical, aunque hoy no pintasen espadas, aunque la más hermosa bailase hoy con el lote más feo. Raquel verde aguamarina que ceñido a sus carnes era verde esperanza. Los niños la saludaban con el futuro en sus pequeñas manitas.
Bendita tú, Raquel Martín, en este mundo aún masculino, que no machirulo, con tantas mujeres en la trastienda, en el campo, en la dehesa, en los quirófanos, en los medios, a caballo, donde los profesionales terminan dándole su sitio a quien lo merece, si más cornadas da la misma vida fuera del ruedo. Yo lo sé.
Dicen que el toreo es de cobardes, como si un toro, un novillo, fuesen el osito de Mimosín, el gato Garfield. Pero yo he visto en La Glorieta a un joven serrano jugándose los muslos con un novillo al que casi obligaba a embestir, con voluntad, con brío, sin dudarlo, sin mirar atrás cuando se le colaba y casi lo prende en el primer susto de la feria. Luego se le apagó como una cerilla en noche de viento y ya no hubo nada. Lo he visto irse dos veces a portagayola como se iban antes los que querían ser algo, como se van los que no tienen miedo a apostar todo a una carta. Recibir en su capote a un novillo con muchos pies de salida. No es su toreo pinturero ni de salón, pero casta, ganas y garra le han sobrado a Jesús de la Calzada, la que tanto se ha echado de menos en el encierro de Palla, al que nada podía reprochársele en cuanto a presentación. Con estas armas y una certera estoxada en el quinto cayeron por vez primera los cerrojos de La Glorieta.
Que los jóvenes de ahora son "ninis", pero yo he visto muchos "sí y sí". Porque Zulueta siempre lo intentó para que el tercero dijese sí, aunque era de no, deslucido, imposible. Y de igual corte salió el que cerraba plaza, aunque dejó entrever su corte pinturero, de Guadalquivir y azahar, azul Purísima en una tarde sin milagros aunque Javier Zulueta rezase a sus santos con un toreo bonito, sello sevillano, sabor, que evidenciaba su mayor rodaje, que sabe lo que se hace en la arena, aunque todo fuesen asuntos porque no tuvo oponente. Pero él dijo sí.
Dicen que el toreo se muere, pero yo he visto hoy ilusión, expectación en este reencuentro con La Glorieta, en esta caricia fría de septiembre, en el abrazo cálido de los tendidos a quienes tienen toda una vida por delante, nuevas tardes, nuevos sueños.
Porque el toreo es la patria que nos habita donde la veteranía es agua pura de la que beber. Porque donde no existe el tiempo no cumplen años las almas. Porque no es país para viejos.