En estos días en los que se está produciendo la vuelta a las aulas de los escolares españoles en los diferentes niveles de la enseñanza, desde primaria hasta la universidad, quiero proponerles un libro que, dirigido en particular a los docentes, va a atraer también a cualquiera que esté medianamente interesado por la cuestión educativa: estudiantes, padres y, en general, personas atentas a una institución, la académica, esencial en el funcionamiento de la sociedad y en el desarrollo de las vidas de sus ciudadanos, y que en estos últimos años vive una, a mi juicio, muy preocupante crisis en su propósito esencial, en su configuración y planteamientos teóricos y, sobre todo, en su aplicación práctica.
La educación se ha deteriorado y parece haber dimitido de su función primordial, la transmisión de conocimientos. Las sucesivas y constantes reformas legislativas, la estulticia y la mirada a corto plazo, electoralista y obtusa, de los políticos, la aceptación incondicional de las tesis pedagógicas dominantes de difusa consistencia científica, la sumisión al atropellado y superficial “signo de los tiempos” han convertido los centros escolares en espacios asistenciales, en los que el énfasis se pone en el bienestar, las emociones y la felicidad de los alumnos más que en la rigurosa y esforzada tarea de ampliar los límites de su estrecho mundo. Sin embargo, ante esta trivialización, esta miseria, este descrédito de la escuela, la obra que hoy les propongo nos muestra -con matices- una luz de esperanza, depositada en aquellos profesores cuya entrega entusiasmada a la docencia convierte cada hora de clase en una experiencia apasionante, de crecimiento y sabiduría, de estimulación y goce, de conocimiento y placer y vida.
Se trata de La hora de clase, el libro de Massimo Recalcati, célebre psicoanalista italiano, presentado por la editorial Anagrama en 2016 con un atractivo y aparentemente ambiguo subtítulo, Por una erótica de la enseñanza. Estamos ante un libro formidable, repleto de sugerentes ideas sobre la calamitosa situación de escuela, la simultáneamente burocratizada y transformadora labor de los docentes y la deseable humanización de la vida a la que la enseñanza debe aspirar. Más allá de algunos peros subsanables -un cierto desaliño formal, con algunas incorrecciones en el texto, y una notoria deuda con el algo abstruso pensamiento psicoanalista- el ensayo es muy estimulante y sugestivo, presentando numerosos motivos para la reflexión.
Son tres, desde mi punto de vista, los frentes principales en los que se desenvuelve La hora de clase. En primer lugar, la convincente descripción del lamentable estado de cosas vigente en la institución escolar en la actualidad, languideciente y mortecina, caracterizada por la dimisión de su labor de creación de un conocimiento vivo y por la desertificación absoluta del discurso educativo, a causa, por un lado, del auge de una pedagogía neoliberal que reduce la Escuela a una empresa, y, por otro, de la dificultad de resistir frente al dominio casi absoluto de un totalitarismo blando, narcotizador o excitante, que elimina cualquier atisbo de pensamiento crítico aprovechando la función hipnótica que ejercen los seductores, subyugantes, adictivos dispositivos electrónicos. Como consecuencia de ello, la escuela se trivializa, se simplifica y aligera, se “adelgaza” y pierde contenido. En paralelo, la figura del profesor se reconvierte en una suerte de híbrido de tecno-burócrata y asistente emocional.
En una segunda vertiente del libro, Recalcati recorre las tres grandes etapas recientes de la evolución de la escuela, estudiadas desde el simbolismo, tan caro a Freud y al psicoanálisis, que encierra la noción de “complejo”. Ejemplificando sus tesis en tres grandes mitos de la antigüedad clásica, el autor reflexiona sobre las que llama la Escuela-Edipo (la clásica, anacrónica, autoritaria, acrítica, disciplinaria, represora, acientífica, vertical y jerarquizada, piramidal; la escuela de la sumisión, la obediencia, la uniformización; la escuela del dominio, del poder), la Escuela-Narciso (que, nacida en mayo del 68, rompe las paredes simbólicas de la anterior escuela encorsetada para, con un muy noble impulso inicial vitalista y libertario, igualitario y emancipador, acaba sumiéndose en el egocentrismo infantil, ligero, buenista, inane, superficial que hoy vivimos) y la Escuela-Telémaco (que, superando a las anteriores, postularía una valiente defensa del saber, una atrevida y exigente apuesta por el acceso a la cultura, y en la que el profesor debiera ser capaz de estimular, de atraer, de poner en movimiento al alumno).
En la tercera sección, que ocupa las tres cuartas partes del libro, se desarrolla esta propuesta “salvadora” frente a la banalización imperante, una esperanza que el autor hace recaer en la hora de clase y, dentro de ella, en lo que constituye lo esencial de la labor del profesor: despertar el deseo de saber, ensanchar el horizonte del mundo: ¿Acaso un buen enseñante no es aquel capaz de hacer existir mundos nuevos? ¿No es aquel que todavía cree que una hora de clase puede cambiar la vida?
Recalcati examina aquí, en páginas muy sugestivas, cuestiones como el vínculo entre educación y seducción, la exigencia de la memoria como base de todo proceso de conocimiento, el placer de renunciar a la satisfacción inmediata en beneficio de un disfrute futuro de más intensidad, la necesidad de vincular instrucción y educación, el rechazo a la tentación psicologista de la educación, el declive actual de la hora de clase y su revitalización gracias al “contagio” del profesor, merced al poder de la palabra, de la literatura, de la escritura, de la labor docente para transformar en vida con mayúsculas la experiencia lectiva.
El libro se cierra con un emocionante capítulo, Un encuentro, veinte emotivas y clarificadoras páginas en las que Recalcati relata su propia experiencia como alumno “problemático” y la súbita y deslumbrante, decisiva “irrupción” en sus días de escolar cercano al fracaso, de la señorita Giulia, la profesora de Lengua que cambió su vida, en una coda final que ejemplifica esta función del profesor de apertura y acicate, de estímulo y creación, de desvelamiento y transformación, de excitación e impulso, de ánimo, descubrimiento y exaltación, de, en definitiva, amor.
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Massimo Recalcati. La hora de clase. Editorial Anagrama. Barcelona, 2016. Traducción de Carlos Gumpert. 176 páginas. 17.90 euros