¡Oh, dios fútbol!
Tú que tienes la omnipotente sabiduría para convertir ipso facto mi vida en alegría o tristeza. Tú que me salvas del aburrimiento crónico, y das sentido a mi vida, aunque sólo sea cinco minutos. Tú que estás omnipresente en los medios, las redes y las conversaciones de tus fieles devotos. Te pedimos que a los que vamos peregrinando de estadio en estadio y de partido en partido, nos concedas la eterna gloria de cantar un gol una vez más. Amén
El fútbol es un juego que consiste en que dos equipos formados por once jugadores cada uno, tienen que tratar de introducir las máximas veces posibles una pelota entre tres palos, a base de toques con los pies, en un tiempo de noventa minutos. Nada que decir a éste ni a ningún otro entretenimiento, siempre que sean legales, claro. Y como hay muchas actividades lúdicas para elegir, pues cada quisque es muy libre para jugar a lo que más le gusta o más le interesa.
El tema está en encontrarte el fútbol hasta en la sopa y sobre todo, el fútbol negocio y saca pasta a costa de los acólitos o no tanto, de este noble entretenimiento. Es cierto que hay personas, hombres y mujeres, dotados de una habilidad más que notable para practicar este deporte, como lo hay en el resto de actividades humanas, desde la agricultura, la música, la interpretación o la cocina. Sin embargo, hemos otorgado el estatus de casi dioses a muchos futbolistas que ganan millonadas con su ocupación. Claro, es la ley de la demanda, ganan lo que generan… y todos las explicaciones que quieran, pero es indecente, con la que está cayendo, con tantas familias bajo el umbral de la pobreza, con tanto paro juvenil y no juvenil y con tanta gente que no llega a finales de mes (por citar sólo algunas), que haya seres humanos que se forren por el simple hecho de dar patadas a un balón, aunque lo hagan requetebién. Hay mucha gente que sin estar muy bollante en su economía, se gasta una pasta en ir a partidos, viajar con su equipo, comprar la última equipación. Allá cada uno y cada una con su dinero y en qué se lo gasta, pero parémonos a pensar un poquito.
Mis abuelas y mi madre, como tantísimas mujeres, habrían merecido un reconocimiento mayor del que tuvieron, tanto económico como público, por todo su trabajo dentro del hogar durante tantísimos años. Fieles, trabajadoras, sacrificadas… son un ejemplo, aunque no hayan salido nunca en la tele. Y así, tantísimos hombres y mujeres que han dado y dan la vida en tu actividad profesional, dedicando años de estudio o de trabajo, en tantas ramas de tantas actividades. Hay mucha gente que se deja la piel en su curro o en sus estudios, y ganan muy poco en relación con lo que hacen. No generan tanta demanda como un futbolista estrella, pero todos somos cómplices de esta diferencia abismal y muchos hemos contribuido a ese endiosamiento de quien forma parte de un equipo profesional de fútbol. Encumbramos a la estrellita fulgurante toca balones y nos olvidamos del firmamento lleno de pequeñas estrellas que no se apagan pese a que les miremos poquito.
Sí al deporte, sí a los juegos, sí a los profesionales que lo dan todo. Que ir a un estadio de fútbol sea un ejercicio de disfrute de un deporte, sin concesiones a la agresividad verbal con insultos gratuitos, ni a las faltas de respeto. No hay ningún equipo de fútbol sobre la faz de la tierra que merezca más respeto y admiración que mi familia y mis amigos. Que mis alegrías y tristezas no dependan de lo que otros hacen o dejan de hacer.
Lo de “fieles hasta que la muerte os separe” no es para mí con el fútbol. Si la vida es sosa, ya buscaremos sal y pimienta para activarla, pero que no cuenten conmigo para ser un creyente de la religión del dios fútbol. No cuenten conmigo para ser asiduo a ningún templo futbolístico ni para el martirio por ningún color balonpédico, ni cuenten conmigo para estar todo el día con el mismo tema y las mismas mandangas. Ya bastante trae la vida, como para poner mi felicidad en las manos (mejor, los pies) de que unos señores o señoras lo metan dentro de una portería.
De todas formas, ahora que me acuerdo, no se me puede olvidar ir al quiosco a pillar unos paquetes de cromos de la nueva temporada. Dicen que son más brillantes, más modernos y más chachis. Y uno no es de piedra. Porque yo principios tengo, pero puedo cambiarlos con la flexibilidad que me caracteriza. A ver si no me entran muchos repetidos, que luego me toca ir al parque a cambiarlos.