OPINIóN
Actualizado 02/09/2024 07:49:06
Francisco López Celador

Qué razón tenía el autor del libreto de “La verbena de la Paloma” que hace 130 años ya proclamaba:” Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”. Con Sánchez estamos batiendo todos los records a la hora de poner de actualidad vocablos en desuso o sacarse de la manga otros nuevos.

Una vez editado su particular Manual de resistencia –hay que reconocer que esta vez no iba de farol porque está resistiendo como gato panza arriba-, sacó a la escena el término “Resiliencia” para explicarnos hasta dónde es capaz de aguantar quien quiere dejar el Falcon, por alarmante que sea el momento. De esa época es el empleo de “Empoderamiento”, que, sin ser nada nuevo, se convirtió en el banderín de enganche del feminismo.

Desde que era un jovenzuelo, siempre oí hablar de emigrantes e inmigrantes, para diferenciar a quien marcha al extranjero para mejorar su posición, del extranjero que viene a España. Ahora resulta que lo más correcto es “Migrante”, que efectivamente es palabra que figura en nuestra RAE, pero que tiene su acepción más apropiada cuando se refiere a movimientos cíclicos de ciertos animales. Pues nada, se monta un Ministerio de Migraciones y asunto concluido.

Tras el pueril empeño de calificar a toda la oposición como “Fachosfera”, “Fango”, o “Ultraderecha”, salen a la palestra expresiones como “Avances progresistas”, “Heteropatriarcal”, “Lawfare”, que califican a quien las emplea Pendientes de disfrazar la verdad con el uso de frases “biensonantes”, se ha llegado a equilibrios lingüísticos como: “Persona fuera del país” para no decir Fugado; “Viaje privado” el efectuado para cerrar una negociación con los partidos que le apoyan; “Alivio penal” para no emplear la palabra Amnistía; “Cambiar de opinión” a lo que es Mentir; “Consulta para valorar un marco de consulta” hay que traducirlo como Referéndum.

El colmo de la payasada llega con el empleo hasta la saciedad del “Lenguaje inclusivo”. Que personas con formación universitaria puedan caer en la estulticia de esta jerga lo único que aporta es un aumento del tiempo de conversación, o de lectura. La exclusión del lenguaje inclusivo es norma que tradicionalmente han empleado los analíticos y expertos de nuestra lengua. Y siempre nos hemos entendido a la primera.

Para dar satisfacción a los exigentes independentistas, Sánchez ha tenido que echar mano de nuevos conceptos cuya etimología no es la más apropiada para definir el objeto que busca su gestor. El PSOE nunca ocultó su predilección por la República, basta ver los continuos desplantes que ha tenido Sánchez con el Rey, pero, para no perder más votos se sacó de la manga la concepción de España como una especie de “Federación asimétrica”, para no tener que hablar de Autonomías de primera o de segunda. Lo mismo sucede con la expresión “Financiación singular” que, traducido al idioma de Cervantes, hay que interpretar reconociendo que Cataluña y el País Vaco, siendo dos de las autonomías con mayor nivel económico, quedan exentas de cumplir con el art. 2 de nuestra Constitución: ”La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”. Se le pide al Gobierno –y Sánchez ha accedido- que estas autonomías recauden todos los impuestos y, por contra, no contribuyan con los fondos comunes. A pesar de las justificadas protestas del resto de españoles, toda la plantilla de ministros y adjuntos repite al unísono que, con esta financiación, saldrá ganando todo el mundo porque está basada en la solidaridad. Hay que ver el poder que ejerce sobre las personas el hecho de tener asegurada una buena nómina para firmar donde haga falta.

El último invento es proponer a las naciones afectadas por la congestión de emigrantes la adopción de la “Migración circular”. Efectivamente, Sánchez quiere resolver el problema de la cuadratura del círculo y siempre será recordado como la cabeza privilegiada que acabó con este grave aprieto. Ese tipo de migración acaba como el sanchismo: recorre el perfil del círculo para volver al mismo sitio. Como economista laboriosamente doctorado, Sánchez habla de la creación de 250.000 puestos de trabajo que podrán residir en alguna de las 450.000 viviendas que también prometió construir. Se nota que este sanchismo es una máquina que dispone de reductora y marcha atrás.

Para ser fiel a su personalidad, en la última peregrinación que ha hecho por los países africanos que alimentan el éxodo, ha podido presumir de solucionar el problema ayudándolos a base de contratos de trabajo para que, una vez aprendido el oficio, regresen a sus países para ejercerlo. Es decir, animar a los indecisos para que se monten en el cayuco y puedan llegar a España, aquellos que no mueran en el intento. A continuación, después de su apuesta por una migración “regular” y “ordenada”, cuando ha sabido la repercusión que ha tenido su invento, ha cambiado de mensaje sobre la marcha para proponer la devolución a sus países de origen a los indocumentados. Ha conseguido, de paso, alborotar su propio gallinero. El clásico cambio de opinión. Lo extraño es que esta vez se ha olvidado de culpar a la oposición, o a Franco, de ser los responsables de su propio fracaso.

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