Estos días nos hemos ocupado de problemas ambientales como el calor, centrados en la última compra compulsiva municipal de macetas y tiestos, esenciales al parecer para combatirlo. Según informa el propio Ayuntamiento han costado 181.748,05 euros. En realidad son fondos procedentes de esa pésima idea del gobierno que odia a casi toda España, el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, cuya financiación proviene de la Unión Europea con fondos NextGeneration. Imagino se ha olvidado esta trascendente gestión del gobierno de coalición, consiguiendo un notable extra de fondos europeos compensadores de la dureza en nuestro país de la última pandemia.
No acabo de tener muy claro si realmente esos fondos se están aprovechando para cambiar el modelo económico del país y adecuarlo a los nuevos tiempos, su fin último al parecer. El esplendor de servicios tan tradicionales como el turismo y la hostelería, no dan buena espina. Deberíamos haber aprendido algo de “burbujas”, si bien la de la construcción todavía anda por ahí. En el caso de las macetas salmantinas, y otras compras recientes, se podría pensar en el impulso de una sugestiva industria nacional de mobiliario urbano, desmentido por las “etiquetas” de los nuevos artilugios callejeros.
También me viene a la mente el desvelo por el control del gasto y el déficit público en la última crisis económica. Entonces se cebaron en recortar inversión pública en servicios esenciales para la ciudadanía. La situación actual de la Sanidad, por ejemplo, no es ajena a ello. Sin olvidar en ese caso el definitivo destape de la concepción neoliberal de ese tipo de servicios, espacios de negocio para el insaciable capitalismo nostálgico del siglo XIX. Imagino que esos casi 200.000 euros, junto a otras partidas similares, son la muestra de austeridad y eficiencia de nuestros munícipes en previsión del futuro. Obviada la todavía significativa deuda municipal.
El caso es que calles donde no caben árboles, más bancos o fuentes para beber, se llenan de color. Mas silenciosamente se han plantado otros atrayentes elementos, los contenedores de basura y reciclaje. Durante algún tiempo nos hemos entretenido, sobre todo en la Plaza de Los Bandos, con un desfile de diversos modelos cuyo sentido no he acabado de comprender. La cosa es que ya vamos por agrupaciones de 5 contenedores. Dejando exclusivamente la tarea del reciclaje en la voluntariedad de la ciudadanía responsable. Instituciones, entidades y empresas se limitan a recogerlos y poco más.
Todavía recuerdo campañas a comienzos de siglo de Ecologistas en Acción, a través de convenios con la Junta o el Consistorio, impulsando un modelo simbolizado en un curioso doble cubo: el “recicubo”. Se partía de la mayor importancia de la fracción de la materia orgánica, tanto en cantidad como por su importancia ambiental, y abordar su recogida selectiva específica asegurando su compostaje final. Justo el último acto municipal, y de forma poco clara. Lástima de esfuerzos tan poco valorados. Del resto existen dudas sobre la realidad de lo reciclado pese al infinito incremento de contenedores.
En otros lugares se trabaja el “Residuo Mínimo” y “Puerta a Puerta”, donde las diferentes fracciones de residuos se recogen en días alternos en la misma puerta de los edificios, y por tanto retirando contenedores de rechazo, y en la mayoría de casos también de otras fracciones. Se facilita al máximo la separación en origen y se minimizan actitudes poco participativas. El sistema también repercute en un beneficio indirecto en el espacio público, muy especialmente en la limpieza de las calles, y en la creación de puestos de trabajo. El rápido agotamiento del vertedero de Gomecello parece dar la razón a todo esto. Pero hablábamos de llenar las calles de cosas salvo de plantas.
Por cierto, el ministerial “El tren vive en España el mejor momento de su historia” de ayer por la mañana, desde Salamanca ¿cómo lo interpreto?, ¿vivo en otro país sin darme cuenta?