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CULTURA
Actualizado 23/08/2024 18:06:32
Charo Alonso

Es uno de los grandes nombres de la escultura salmantina

En esta Salamanca de verano y turistas, los visitantes de las catedrales tienen la posibilidad de acceder a una de las nuevas propuestas museísticas de la ciudad que nos ofrece una colección permanente absolutamente sublime –esas obras del Maestro Gallego junto a las manifestaciones más modernas de los artistas salmantinos-. Un museo que, en sus dos salas de exposición temporal, La Sala de la Contemplación y la Sala Taller José Luis Núñez Solé muestran, siempre en el marco del arte sacro, originales propuestas que sorprenden a propios y extraños. Y en este caso, hasta septiembre, la sorpresa se centra en descubrir el itinerario artístico, precisamente, de José Luis Núñez Solé, el escultor que da nombre a la sala inferior del Museo Diocesano.

Nacido en 1927, Núñez Solé es uno de los grandes nombres de la escultura salmantina. Precoz, formado en La Escuela de Artes y Oficios de la mano de Montagut y Manuel Gracia, estudia también en la Escuela de Artes de San Fernando y visita gracias a una beca, el Paris donde investiga la obra de Rodin y Maillol. Su experiencia, breve e intensa, le devolverá a una Salamanca donde recibe encargos y gana premios en las muestras de la ciudad, mientras trabaja en la empresa familiar de derivados del hormigón, espacio que le permitirá experimentar con nuevos materiales y conocer a los arquitectos que levantan la ciudad de los años cincuenta y sesenta, ornados con la obra de los escultores del momento como Casillas o Damián Villar. Autor de obra religiosa, implicado en el intento renovador del grupo “Koiné” que busca nuevas formas de expresar lo sagrado, suyos son numerosos trabajos que asoman en las iglesias salmantinas o en lo alto de uno de los espacios más característicos de la provincia: la Peña de Francia. Su espiritualidad, su contención, su conocimiento de la tradición, su clasicismo de formas suaves que cada vez van haciéndose más expresionistas, muestran a un artista imbricado con su tiempo y enormemente original.

Un artista de obra civil que nos acompaña desde los años cincuenta en numerosos edificios de la ciudad. Masas monumentales y detalles que merece la pena buscar en las calles de nuestro paseo y que en ocasiones precisan de un urgente cuidado. Núñez Solé forma parte de la imagen de la ciudad, pero la muestra del Museo Diocesano, además de recorrer este trabajo suyo, con motivo de los 50 años de su temprano fallecimiento, se centra también en las piezas que el gran público conoce menos. Obra realizada en la soledad del estudio –un estudio que también se llenaba de amigos-, guardadas con fervor y que muestran la evolución de un artista que, al final de su breve vida, se había decantado por la abstracción. Es la edad de los metales del escultor que no quiso quedarse en el éxito de sus hallazgos, sino que buscó en el dibujo, en la experimentación con diversos materiales, un nuevo lenguaje donde expresar la belleza, la búsqueda incansable. Y ese es el camino que puede recorrerse en la muestra comisariada por los Herederos de Núñez Solé –herederos también de su legado humanístico y su afán artístico- por el grupo Fe y Arte y por quienes han trabajado durante largo tiempo la obra del artista nacido en Zamora. Núñez Solé merece el estudio y el reconocimiento no solo por su trabajo civil y religioso de tipo monumental, sino por su recorrido artístico.

Un recorrido que termina en Valladolid, como docente y jubiloso buscador de soluciones modernas a nuevos retos. Retos en la técnica y en la materia. El trabajo del cemento de sus vidrieras, de la piedra, de la madera, de las pátinas, del barro, del dibujo, se une al del plomo y el metal. Las piezas impresionantes de la muestra nos recuerdan a Moore, a la tradición de Balmaseda o Berruguete. Ninguna técnica o materia quedó fuera de sus habilidosas manos, de sus incansables manos que tallaron cabezas donde la figuración dejó paso al juego abstracto de vacíos. Las piezas, desconocidas para el gran público, nos traen de vuelta a un artista inquieto, lejano a sus primeros presupuestos donde anidaba un lenguaje personal. Y el torso que culmina la muestra es buena prueba de ello, de la tradición y la modernidad. Y todo con esa pátina simbólica –magníficos los bocetos en cemento de su trabajo monumental de la facultad de ciencias, pleno de detalles- propia del artista, junto con su espiritualidad contenida y personalísima con la que talla en madera un San José muy original y sobre todo, una pieza monumental que se guardaba en la clausura de las Salesas. El visitante puede y debe embeberse en la soledad y quietud de la Sala de la Contemplación para asistir a la experiencia de acompañar al Sagrado Corazón del artista. Un momento de meditación frente a la madera tallada con la maestría del artista que hace abrir manos que consuelan y acogen. Talla del corazón para asistir a algo más que una muestra artística, una propuesta de fe y arte, de reconocimiento y descubrimiento de una figura fundamental: José Luis Núñez Solé.

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