El Ayuntamiento salmantino informa de la licitación de la obra de “renovación de la plaza de San Román para mejorar la accesibilidad y contribuir a reducir el efecto ‘isla de calor’ en un entorno que actualmente carece de zonas verdes.” Lo de accesibilidad no lo entiendo muy bien al no ser posible ver el proyecto, chapucera infografía aparte. Con su conformación actual hace años se le dotó de una larga rampa, quizás no sea el colmo de la comodidad (¿pondrán otro pavimento?) pero cumple. En cambio, es una novedad muy de agradecer se reduzca el exceso de granito.
Utilizar eso de reducir el efecto isla de calor se ha convertido en otra muletilla universal de nuestros gobernantes munícipes. Sea por una pradera de césped, macetas varias o un jardincillo, pero parecen necesarias acciones más decisivas. Aunque no tan usada como otras, caso de sostenibilidad o ciudad verde. Oportunidades para utilizarla más en actuaciones reales desde luego han tenido muchas, recientemente incluso. Por ejemplo, con ese árbol más que maduro en la avenida de la Aldehuela en su encuentro con la de las Artes, ser vivo eliminado para hacer soleado hueco a algún metálico vehículo.
Tampoco se ha aprovechado la importancia de su concepto en el nuevo aparcamiento “provisional” sin sombra en el Zurguén, modelo único incluso talando si es preciso como en la Aldehuela. En este barrio los coches no ya solo aparcaban en doble fila, sino en doble piso según el Consistorio. Estoy atento esperando ver las caminatas de los muy necesitados usuarios del Polígono Industrial (o el Reina Sofía) para desplazarse hasta allí. O quizás pongan una línea de transporte público. Por cierto, no ha aparecido todavía ningún paso de peatones cruzando la N-630.
Casualmente uno de esos Institutos fruto de interesantes incitativas académicas y profesionales, presenta estos días un estudio aseverando “El calor causó más de 47.000 muertes en Europa en 2023, la segunda mayor carga de la última década”. Hablo de ISGlobal, catalán claro, interesado en corregir las desigualdades en el estado de salud del mundo. Ese trabajo “señala que la vulnerabilidad al calor de las sociedades europeas ha disminuido progresivamente a lo largo del presente siglo y estima que, sin estos procesos de adaptación de las sociedades, la carga de mortalidad relacionada con el calor durante el pasado año habría sido un 80% mayor.” Otro similar sobre 2022 cifró entonces en 70.000 las muertes.
Certifica la mayor afección en el sur de Europa, encabezada por Grecia con 393 muertes por millón. Para la Península Ibérica establece 175 en España y 136 en Portugal, 161 en la provincia de Salamanca, siendo la media europea de 88. La nota añade “la tasa de mortalidad relacionada con el calor fue un 55% más alta en mujeres que en hombres, y un 768% más alta en personas mayores de 80 años que en personas de entre 65 y 79 años.” Calcula en 8.352 las muertes españolas atribuibles al calor. También el público Instituto Carlos III lleva semanas dando la tabarra. De hecho “ha publicado dos nuevos estudios sobre la influencia de la contaminación atmosférica y el efecto de las olas de calor en la aparición y/o agravamiento de determinadas enfermedades y en el aumento derivado de ciertos ingresos hospitalarios.”
Es hora de dejarse de tanta palabrería y ser consecuentes siempre, si somos sostenibles, verdes y nos preocupa el exceso de calor. No se puede trocar un árbol en aparcamiento de coches o aumentar el espacio al raso dedicado a ellos. Además de evitar destruir arbolado maduro, es vital llenar de árboles la ciudad y cuidarlos. Como la desinteresada y abnegada labor ciudadana en las laderas del Zurguén.