A pesar de la cantidad de personas que siguen trabajando, podríamos decir, grosso modo, que media España está de vacaciones. Y, muchas de ellas, se desplazan a otros lugares a disfrutarlas.
De esta forma, surgen nuevas modalidades veraniegas, entendiéndose con esta expresión la cantidad de variaciones, todas ellas muy creativas, de utilizar el tiempo libre en esta estación del año.
Leer un libro, mirar al mar o al agua del pantano que se tiene delante, darse un chapuzón en una piscina, yacer en el verde (que no pastar, ni pacer), parecen actividades demasiado simples para estos tiempos tan complejos. No hay más que tomarse una cervecita bien fría en una terraza, para comprobar que se ha convertido en un ejercicio muy complicado, pues con tantas variables y categorías, como nos hayamos dejado el manual de instrucciones, no sabremos por cuál decidirnos. Antes con pedir una caña muy fría se nos entendía a la primera, ahora, en cambio: sin, con, tostada, sin tostar, asada al horno, gratinada, de cebada, de maíz, (pop, pop, corn, corn), con lúpulo, sin lúpulo, fermentada, sin fermentar, a media fermentación, gruyere, sin "gruyerear"; elemmmental, dice el camarero, (bueno, creo que eso de emmental se lo dijo Sherlock Holmes a su querido Watson…). De grano largo, redondo, vaporizado, integral, basmati, bomba, (ay, no, que todo eso es el arroz, ¡creo que me estoy liando un poco!). En fin, que todo se complica demasiado y hasta para tomar algo fresco hay que hacer un doctorado en Bebología (¿o será, más bien, en Ciencias Bébicas?). Resumiendo: sin alcohol, que es más sana y tiene menos calorías de esas que se agarrrrrrran con descaro (y premeditación, y alevosía, incluso, a veces, con nocturnidad) a los flotadores naturales (heredados o apadrinados) de nuestro cuerpo (serrano, de pata negra; o marino, tipo cetáceo).
Incluso he visto en un anuncio que para tomar algo tienes que hacer un triple salto mortal antes de pedirlo al camarero, y digo yo… ¿Es que los fabricantes piensan que todo el mundo tiene un cuerpo como las olímpicas de la natación sincronizada? Por cierto, ahora que lo pienso, no he visto ningún equipo de chicos… ¡Y mira que nadan!… (¿Será que no se sincronizaaan?).
Bueno… ¡no hablemos de sincronizar! Que estos relojes inteligentes que usamos, son tan listos, tan listísimos, ¡que ahora marcan la hora de mañana! ¿Qué hacíamos antes? ¡Ponerlo en hora y darle cuerda! (¡Emmental, querido Watson!). Tiempo después no hacía falta, pues eran automáticos. También llegaron los de pila: ¡la cambiabas, y punto! Ahora, para corregir el error hay que SIN-CRO-NI-ZAR el reloj al móvil, el móvil al ordenador, el ordenador al horno, ¡¡Sííííííííí!, ¡¡a ver si le da un golpe de calor y se achicharra vivo para cambiarlo por un reloj de cuerda de los de anteeees!!
Total: que como hace taaaanto calor, voy a tomarmeeee…
A tomarmeeeeee…
¡A tomarme un descanso!, ¡que eso no engorda!
(Emmental, querido Waaaat…).
Mercedes Sánchez