Navagallega te busca
así te puede encontrar:
Virgencita de las Nieves,
como te voy a nombrar
aunque también Virgen Blanca
te quisieran muchos llamar.
(…)
JULIÁN MARTÍN MARTÍN
La alegría es siempre la causa de la fiesta. En un tiempo de sobreabundancia en diversiones y escaso en fiesta y alegría, Navagallega ha celebrado sus fiestas en honor a la Virgen de las Nieves, que comenzaron el 3 de agosto para hacer partícipes a un mayor número de vecinos y personas cercanas al pueblo que comienzan su descanso y sus vacaciones. Justamente se celebraron dos días después del Día Mundial de la Alegría, un día para disfrutar de los buenos momentos que la vida nos ofrece. Nos recordaba Paul Claudel “hazles comprender que no tienen en el mundo otro deber que la alegría”. Y el gran filósofo Nietzsche, nos comenta que las fiestas no pertenecen a quienes las festejan, sino a quienes se alegran en ellas.
Los griegos hablan de kronos y kairós: de tiempo objetivo y de tiempo subjetivo. Kronos es el tiempo del reloj; kairós, es el tiempo oportuno, es el tiempo emocional que depende no del exterior sino del estado anímico de la persona. En la tristeza el reloj se detiene, pero en la alegría el tiempo vuela ligero. En la alegría exprimimos el tiempo presente y nos da alas para realizar nuevos proyectos en la vida, en el trabajo, en el ocio. Cuando uno está alegre entra en el tiempo sin tiempo, el mundo se para y la felicidad nos acaricia en un tiempo detenido.
Navagallega es un pueblo pequeño, una entidad menor perteneciente a Membribe, un pueblo de 35 habitantes situado en la subcomarca de Entresierras (Alto Alagón), entre Veguillas y Frades. Destaca por su castillo de Santa Cruz, casi destruido y desaparecido y su parroquia tardorrománica de la Virgen de las Nieves. Como muchos pueblos de nuestro país ha ido perdiendo población formando parte de esa España vacía y vaciada. Ya no hay escuelas, tampoco parroquia y los pocos niños que llegan al pueblo son los que van a visitar a los abuelos para quedarse con ellos unos días en verano.
Un pueblo tan envejecido que tampoco casi ya hay abuelos. Los que quedan ha realizado el camino de retorno o han convertido sus casas en segundas residencias. Ellos hicieron un camino hacia la ciudad, buscando una vida mejor, pero nunca olvidaron el interior. A pesar de ello, el campo quedó abandonado, como nos recuerda Sergio del Molino, hay una España vacía en la que vive un puñado de españoles, pero hay otra España vacía que vive en la mente y la memoria de millones de españoles.
Navagallega es un pueblo que se niega a desaparecer y por ello está luchando, aglutinando a los vecinos en las fiestas, realizando numerosas mejoras en el pueblo, evitando aislarse, luchando políticamente, atrayendo a población de otras zonas, como están realizando un grupo de jóvenes políticos encabezados por Cristina Serrano. Es muy difícil que la despoblación se corrija, pero se debe seguir haciendo ruido, desde el páramo y el yermo, desde el silencio de los robles y buscar motivos para la esperanza.
Mientras tanto, el pueblo sigue celebrando cada año la fiesta de la Virgen de las Nieves, con una Eucaristía y una procesión. Juntándose a comer y merendar, porque la comensalidad es la culminación de la hospitalidad, en la mesa se hacen y rehacen continuamente las relaciones familiares y sociales. Lugar de fraternidad y comunión donde se explicitan las diferencias o se manifiestan silencios que revelan un malestar colectivo. Comer y beber juntos son actividades primordiales de la humanidad. No sólo nutrimos nuestro cuerpo, también nuestro espíritu. No podemos olvidar nuestros ancestrales orígenes, aquella comensalidad originaria, hospitalaria y solidaria, que nos permitió ser humanos.
En esta España vaciada, la alegría se manifiesta también en la cultura, disfrutando en las fiestas de un recital poético de Julián Martín Martín. Una poesía que destila ternura y sentimiento, tierra y verdor, habla de las gentes del campo, de sus frutos, sus promesas y su dolor. De esa España que falta lo más necesario: médicos, farmacias, escuelas y cultura. Reitera la serena vivencia de este espacio y una suerte de estoica interpretación de la vida siguiendo la estela de Fray Luis de León, Gabriel y Galán y Miguel Hernández.
Me he acercado a este pueblo
por mis hermanos, que la sangre llama.
Un arrimo que quiero que en mi aliento
se llene de palabras.
El Castillo que había,
de Santa Cruz, se nombra con nostalgia.
En Santa Cruz de mayo
la fiesta se proclama
y también con la Virgen de las Nieves
los festejos se alzan.
Aparte de las fiestas
que tanto a los de pueblo no agradan,
voy buscando en el are del poblado
engrandecer mis ansias.
Ansias de pueblecitos sin problemas,
de paseos que enlazan
las brisas que acarician los sentidos
y el silencio que guardan
para dejarlo apaciguadamente
muy cerca de las casas,
todas con ese gusto a lo sencillo
donde el verso es fragancia.
(…)
Además, de disfrutar de su poesía, nos regaló un poema: Navagallega. Poema dedicado a su hermana Rosario y a su cuñado Pedro, así como a los vecinos del pueblo agradeciendo el apoyo a la cultura. Los vecinos le damos las gracias y pensamos que la poesía de Julián Martín Martín es diáfana y cristalina, un manantial que nos alimenta, sus palabras ungüento curativo para otear en las profundidades. Es en lo más hondo y transparente del misterio humano, donde la palabra se torna luz, como si una voz agitara en el interior del poeta para transustanciarse en una profunda oración. Gracias.