OPINIóN
Actualizado 06/08/2024 08:28:33
Francisco Delgado

Hace unos días la Vanguardia recogía una entrevista al biólogo italiano Daniel Lumera, especialista en epigenética, en la que se exponían algunas de sus últimas investigaciones entre valores universales como el optimismo, la gentileza o la gratitud , que generan cambios en las estructuras neuronales, en el sentido de más salud y más longevidad; los experimentos están dentro de la actual epigenética.

Aún nos llama la atención, por la falta de perspectiva histórica, la investigación científica de las posibles relaciones entre los valores universales, tan aparentemente alejados de lo corporal o físico, pero que implican conductas y orientación ética en las decisiones de la vida, y el comportamiento celular.

Uno de los estudios del Dr. Lumera incluyó la investigación de los efectos de cinco valores sobre el epigenoma humano: la gentileza, el optimismo, la felicidad, la gratitud, y el perdón, y su influencia positiva sobre la salud y la longevidad.

Aunque hipótesis clínicas similares ya estaban formuladas en el campo de la medicina psicosomática en las últimas décadas, que han servido para la comprensión y tratamiento de las anteriormente llamadas enfermedades psicosomáticas, el seguir demostrando la unidad indisoluble entre la mente y el cuerpo aún nos causa admiración y sorpresa; numerosos siglos del prejuicio de la mente y el cuerpo divididos radicalmente, sigue teniendo existencia dentro de nosotros.

Los actuales estudios y descubrimientos en el campo de la epigenética ridiculizan ese concepto peyorativo que manejan algunos grupos sociales que critican las conductas ligadas a la bondad, el altruismo, la amabilidad, la generosidad…con el neologismo del “ buenismo” . Pues cuando afirman o sugieren que las conductas moralmente buenas son inútiles o falsas, aunque no lo afirmen manifiestamente está latente la afirmación de que “ la maldad en la conducta humana es más beneficiosa que la bondad”.

Cuando los discursos religiosos y morales están tan en crisis como lo están en general en las sociedades contemporáneas, estos descubrimientos científicos que demuestran cómo una conducta “virtuosa” moralmente tiene efectos beneficiosos individual y colectivamente, adquieren un valor excepcional para reconciliar las intuiciones del pensamiento humano universal sobre el bien que crean valores como la bondad y las realidades insoslayables que demuestra la ciencia.

Las “modas” que acompañan a muchos movimientos e ideologías extremistas, como la del “buenismo” que comentamos, al no tener consistencia ni ideológica ni científica se tienden a diluir tan inesperadamente como empezaron: como un mal viento que sopla una temporada, perjudica lo más endeble, y desaparece sin dejar rastro.

Los intereses pasan; la ciencia permanece y crece.

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