La pianista y profesora del Conservatorio María Guerras une a ambos compositores en un concierto de sublime belleza.
Son los Jardines de Santo Domingo un marco bellísimo para la música, donde disfrutar de las vistas de una ciudad de catedrales iluminadas y piezas escultóricas que nos recuerdan que este es un rincón que merece el recorrido constante, el descubrimiento de una sala dedicada a Venancio Blanco cuyas propuestas siempre son atractivas. Un jardín donde aparece María Guerras, sirena plateada contra la inmensa catedral dorada donde se recorta su breve silueta, su hermoso y frágil perfil que se hace poderoso cuando se sienta al piano e inicia el recital, absolutamente de memoria, la espalda fuerte, los brazos dispuestos a abrazar y abarcar el teclado. La fuerza inmensa con la que toca esta intérprete prodigiosa dedicada esta noche a dos genios de la música, Federico Chopin y Martín Sánchez Allú, unidos por la sensibilidad de una intérprete e investigadora prodigiosa que afirma la importancia de cuidar el patrimonio de todos, la música de un autor salmantino intuitivo y creativo que se adelantó a su tiempo con su amor a la naturaleza y con su aire españolista. Un autor, como Chopin, versátil, ágil en la composición de música para el recientemente abierto Teatro Real y sus sesiones constantes de baile, apasionado y complejo en el dominio del teclado. Ambos, líricos, expresivos, intensos, frutos de un tiempo doloroso como recuerda la pianista.
Tuvo el polaco breve vida y fama que no le llegó al músico salmantino. Ambos murieron jóvenes y de dolencias pulmonares, ambos eran apasionados, entregados a la composición, al teclado que domina María Guerras empeñada en grabar y volver a la vida al salmantino. Allú, ilustre desconocido, comparte el lirismo de sus composiciones con Chopin, escribe todo tipo de música en el Madrid donde moriría, joven y pobre, en 1858. Su memoria, guardada por el amigo Francisco de Asís Gil y su música, depositada en la Biblioteca Nacional, esperaba el soplo del genio como el arpa del poeta Bécquer. Y fue María Guerras, a instancias de la poeta Isabel Bernardo, quien se acercó a la figura de este músico salmantino perdido en los pliegues de la historia. Un músico capaz de trabajar todos los registros, de una expresividad y un lirismo complejo de ejecutar e hijo de su tiempo. Un músico de Salamanca que tocaba desde muy niño, en su infancia de huérfano, en la catedral, y que en Madrid tuvo resonancia aunque no supo rodearse de las relaciones adecuadas para subir aún más alto.
La pianista María Caro y algunos estudiosos se habían acercado a Allú, sin embargo, quedaba pendiente el reconocimiento que ha iniciado la intérprete salmantina publicando dos CD con la música de un autor sorprendente en su originalidad y en su fecundidad. Con Pasionatta y Fantasía, Guerras culmina un trabajo de descubrimiento y estudio pormenorizado de la música de Allú, a quien toca en sus recitales con ese estilo que ya reconocemos: apasionado, expresivo, propio. Con un autor del que hay pocas referencias en la interpretación, María Guerras puede darle su toque particular siempre humilde, porque cono reconoce “Lo importante no soy yo, sino la música”. Sin embargo, qué importante es su tarea no solo de investigación, sino de enamoramiento por el músico al que ha dedicado su talento. Profesora y pianista, su intensa preparación en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid junto a Sebastián Benda en especialidad de Música de Cámara, culminó con un posgrado en Londres en la prestigiosa Ghidhall School of Music and Drama. Formación de alto nivel de una alumna de Alicia de la Rocha, partícipe de los proyectos de Yehudi Menuhin cuyo rigor y técnica se suman a una particular creatividad y a una búsqueda de expresión propia que sorprende a quien escucha su ejecución y la ve en el escenario. Diminuta pese a la fuerza con la que toca, cuidando hasta el último detalle, la pianista se convierte en la más hermosa de las fantasías del músico romántico salmantino. Un Allú que hubiera soñado con la ninfa rubia sentada al piano de sus composiciones, expresiva belleza para ejecutar la música olvidada en los anaqueles del tiempo. A veces la justicia poética existe….
Charo Alonso.