Pensar, imaginar, no escribir,
leer lo anotado y borrarlo,
volver a lo borrado y olvidarlo,
al cabo de más versos corregidos.
Dejar nuestro cuaderno, levantarnos,
creer que no servimos para esto,
leer otras poesías y encontrarlas
tan fáciles, tan simples, tan difíciles.
Pensar que ser poeta no importa,
por más que la poesía sea vida
activa en un presente infinito.
Dejar a la deriva el poema,
flotando sin un rumbo a lo eterno
allá donde el silencio se anuncia.
Fijar como estrambote una pintura,
que muestra, con su estrella, nuestra noche.