Las de Francisco y ‘Pondera’ son dos ejemplos de unos espacios en los que se guardaba y hacía el vino, además de servir de lugar de reunión para familia y vecinos
La definición oficial de bodega bien puede ser aquella que sirve para la creación y almacenaje de los vinos, algo que en Macotera supone mucho más ya que, bajo el suelo, se asienta y esconde otro pueblo oculto y atesorado desde tiempos inmemoriales, ya que apenas hay hogar macoterano que no cuente con un espacio excavado bajo sus cimientos como templo social y de recogida del vino.
Ejemplo de esto es el espacio que conserva Francisco Hernández García quién recuerda que la bodega que nos abre cuenta con una antigüedad que ronda los 100 años, excavada a mano, con una piqueta y no poca paciencia y tiempo, que aún conserva los rudimentarios canales que se comunican con la calle, a través de los que se dejaba caer la uva a granel, para ser posteriormente pisada literalmente y desde ahí comenzar el proceso de creación de vinos y mostos. Un lugar que además se compartía para conservar las carnes y pescados frescos, sirviendo como una bóveda que coloquialmente se llama ‘fresquera’ debido a su microclima natural.
“Mi padre hacía mucha vida en la bodega, no solo la tenía para hacer y guardar el vino, sino que venían amigos y familiares continuamente, servía para todo tipo de reuniones y momentos” asegura Francisco, quién hoy en día mantiene prácticamente intacto este original refugio, en cuyas paredes aún pueden verse los surcos que dejaba el pico en su avance en la piedra, conservando algunos de los elementos que utilizaban para llevar a cabo el artesanal proceso de creación de vino, como unas pesadas piedras que servían de peso para la realización del primer mosto, que conocían coloquialmente como el “pipin”, o los respiraderos, pequeñas oquedades vitales para poder mantener la seguridad dentro del espacio durante el proceso de fermentación.
Son lugares en los que el tiempo parece haberse detenido en Macotera, iluminadas de manera artesanal, pero que esconde, cada una de ellas, una historia tan personal como única. Y es que de la Francisco nos trasladamos a la de Francisco Jiménez García, conocido como ‘Pondera’, a escasos 5 metros de la primera, quién nos abre el gran portón anclado en el suelo de lo que fue un antiguo bar regentado por él mismo, para acercarnos hasta el origen de una llamativa bodega, que hoy aún cuenta con las grandes cubas de madera en las que durante décadas se guardó el vino que servían él y gran parte de los bares de la Villa, además de disfrutarlo no pocas familias macoteranas en la mesa.
“Esta bodega la hicieron entre dos personas mayores: Uno de ellos fue el tío ‘Macuca’ y mi padre Pedro. Los niños iban sacando la tierra según iban trabajándolo con el pico, de eso hará más de ochenta años seguro. Una vez hecha ya metimos los toneles en los que almacenábamos el vino que traíamos de varios lugares de España y que luego vendíamos. Y para limpiarlas nos metíamos de bien pequeños casi desnudos, con un cubo de agua y un cepillo de púas” asegura Pondera.
Un lugar que también servía como gran epicentro social ya que, tal y como recuerda, “la calle la llenaba de mesas y toda la gente venía con el fardel y comida para disfrutar de la merienda y del vino que bajábamos a buscar en jarras de barro” algo que supone una estampa de otro tiempo pero que no deja de contar con la presencia de curiosos ya que Pondera continua enseñando su bodega y recorriendo la historia de su familia y de esas artesanales paredes de piedra, junto a los visitantes que llegan a la localidad y conocen de la existencia de lugares como estos, que son otro Macotera subterráneo, siendo testigo mudo de la historia más personal y tradicional de todo un pueblo, además de toda una seña de identidad.