Si te consideras que eres una persona imprescindible en tu trabajo, sea como cajero de un Banco, director de una pyme de la que no eres propietario, profesor de un colegio o sanitario de urgencias, es que tienes una visión distorsionada de cuál es tu encaje en la sociedad. No confundas ese respeto que se te tiene por tu buen hacer y responsabilidad, porque de ese reconocimiento no deberías convencerte a ti mismo/a de que eres intocable, que nadie pensará en algún momento, que ya no estás con el mismo entusiasmo en el trabajo diario como hace unos años, porque esto, aunque no te lo digan, no puedes evitar que se piense en ello.
Claro está, que si quién lo piensa es de tu más absoluta confianza y forma parte de un grupo reducido de amistades entrañables, tampoco es para preocuparse. La cuestión, es cuando la persona que lo está considerando tiene decisión sobre tu trabajo y futuro. Así de simple.
Todos formamos parte de una sociedad amplia, dinámica y compleja, en la que convergen una cantidad demasiado grande de variables que determinan su diseño y comportamiento. Entre ellas, aquellas cuestiones que surgen en nuestra relación con los demás, y que van condicionando eso que denominamos “nuestra conducta”, nuestra forma de actuar.
¿Y qué es lo que más se ve de ti de parte de los demás, sean los más allegados o aquellas personas que te vigilan y controlan en tu ámbito laboral? Seguramente eso que te hace sentir seguro/a, que no te haces a la idea que haya otra persona ejerciendo tus funciones, porque estás respaldado por esas habilidades que has demostrado a través del tiempo (algunas quizás son únicas) y especialmente la contribución que vienes haciendo a la empresa, institución, etc. en la que te desempeñas. En cierto sentido te sientes diferente.
Sin duda, cuando cuentas con esas habilidades y conocimientos que resultan difíciles de reemplazar, es como si tuvieses una especie de anillo protector, porque para reemplazarte, el o los responsables, deberían pensárselo bien, más hoy día con la escasez de talento que hay (es un dato de la realidad del que se están quejando los empleadores).
Ser imprescindible también se vincula a una persona que no solo demuestra una aportación de calidad para cualquier trabajo que se le encarga, sino muy valorado es el tipo de compromiso que asume con la dirección y con la marca. Ese llamado orgullo de pertenencia. Te sientes como que estás protegido/a por otro anillo protector que es que por razones de tu especialidad, tanto compañeros de equipo como la dirección, te consideran un empleado indispensable. Que si por alguna razón faltas un día, se paralice el trabajo del departamento porque solo tú entiendes cómo funcionan las cosas, y ¿qué es lo que sucede si nadie más conoce como tú ese puesto de trabajo? ¡La empresa no puede detenerse!
Es por esta razón que las empresas que ya tienen un tamaño respetable, no solo saben reconocer el talento de esas personas clave en determinadas funciones, por ejemplo, otorgándoles ciertos beneficios como un dinero extra o mejoras como ascensos en el organigrama, sino que además se preocupan por la rotación en los puestos de trabajo de manera que todo el personal debe aprender las funciones que realizan sus compañeros. Que nadie sea tan indispensable que su ausencia provoque demoras y consecuentemente pérdidas.
Algo que especialmente se reconoce de parte de jefes y dueños de empresas, o de directores de una institución pública en la que trabajas, es tu actitud frente a la vida y en el trato a los demás. Un fuerte sentido ético en todo lo que haces.
En cuanto a tu capacidad de adaptación, desde ya que es una virtud interesante, porque no solo es que tú puedes adaptarte a diferentes situaciones y resolver problemas de manera efectiva, sino que puedes influir en los demás, porque ese impulso que surge de la determinación para abrazar el cambio y no temerle, es contagioso en los equipos de trabajo. Y para poner la guinda de la tarta, te sientes imprescindible porque sabes que eres una persona íntegra, que se puede confiar en ti, que eres creíble, que tienes otro anillo de honestidad y respeto que parte de los demás como un reconocimiento tácito hacia tu persona.
Que con todos estos ingredientes que sabes que cuentas y que lo vienes demostrando día a día, no se te ocurre pensar en otra cosa, más que en tu fortaleza para mantenerte siempre con esta actitud y buen desempeño, y jamás pensar que estás al final de un ciclo de trabajo porque, por ejemplo, se corresponde con tu edad, que ya estás a pocos años de tu jubilación.
Pero las personas que no ven más allá de su ego, pensando que son irremplazables e indispensables, siempre terminan sufriendo desengaños que les hacen caer en un pozo profundo. Con frecuencia, si no gestionan bien sus emociones, pueden terminar sufriendo una depresión de la que después cuesta mucho salir.
Si la pregunta que quieres formularme es ¿cómo hago para no dar esa sensación de que me creo intocable?, o también ¿cómo hago para no correr el riesgo de ser reemplazado en mi puesto de trabajo?, es más sencillo de lo que crees. Ejerce la humildad como característica principal de tu personalidad, no solo que la perciban en tus actitudes, como persona empática y que se preocupa por los demás, sino respecto a cómo piensan, aquellas cosas que no se dicen pero que están en la mente de las personas que se relacionan contigo cada día.
Cuánto menos imprescindible te consideres, mejor te irá, porque te aseguro que lo peor que puede ocurrirle a una persona es que se le considere presuntuosa y que de ella se piense que se considera que está por encima de los demás. Y el problema, es que no te lo harán notar, por tanto, si tú mismo/a sigues sintiéndote imprescindible, el día menos pensado sufrirás un desengaño. No es necesario llegar a este punto. Cambia tu actitud respecto a cómo te valoras a ti mismo/a, revisa tu mapa mental de tus principios y valores, y escuchando tu voz interior, seguro que te darás cuenta que cada vez que te sientas indispensable, debes decirte a ti mismo/a que ni lo soy ni quiero serlo. Evitarás malos tragos y decepciones.