En un estanque vivían una colonia de ranas libres y felices, pero cansadas de la tranquilidad. Un día de calor se reunieron y tomaron una decisión: mandar a una delegación a hablar con el dios Zeus para que les enviara un rey que implantara otro orden.
Zeus se mostró muy amable y, mostrando la mejor de sus sonrisas, les envió a su charca un grueso tronco del antiquísimo árbol de Tule.
Espantadas las ranas por el ruido que hizo el leño al caer sobre el agua, se escondieron donde mejor pudieron. Pasado un larguísimo tiempo, las ranas se acercaron lentamente al tronco, y viendo que no se movía, fueron saliendo a la superficie, dada la pasividad que comenzó a predominar en el ambiente y sintiéndose humilladas por tener de monarca a un simple leño, volvieron a visitar a Zeus, exigiéndole que les cambiara a su majestad.
Habían empezado a sentir gran desprecio por el rey, brincaban sobre él, desprestigiaban sus leyes y las burlas y risas eran continuas.
Ante la nueva petición, Zeus se enojó, de su boca salieron truenos y relámpagos. La confusión resultó extrema, las ingenuas ranitas no se dieron cuenta de que, camuflada entre el desorden, iba una hambrienta serpiente que atrapó y devoró a todas las ranas.
Moraleja: A la hora de elegir a los gobernantes, es mejor escoger a uno sencillo y honesto, en vez de a uno muy progresista, pero malvado y corrupto.
Está claro que somos las imbéciles pagafantas de un Gobierno que juega a las chapas, se dijeron cuando estaban cerca del caos.