OPINIóN
Actualizado 08/07/2024 08:58:28
María Jesús Sánchez Oliva

España es un país con fama de solidario. Ojalá fuera así, pero a veces cuesta mucho creerlo.

Con la llegada del verano se dispara el número de migrantes que llegan a nuestras costas cuando tienen la suerte de llegar, que no en pocos casos se quedan en el camino, y con frecuencia ni sus cadáveres pueden ser rescatados. Podríamos hablar de las poderosas razones que estas personas tienen para huir de sus países; podríamos hablar de las ventajas y de los inconvenientes que la migración tiene para nosotros; podríamos hablar de la única solución que puede acabar con este fenómeno convertido en problema; podríamos recordar que todos somos hijos o nietos de migrantes, porque si algo tuvieron que hacer siempre nuestros antepasados para sobrevivir, fue, precisamente, marcharse de España. Pero llevo unos días preguntándome si los españoles somos tan solidarios como dicen que somos, y la verdad, pienso que no.

En Canarias ya no caben más migrantes y siguen llegando. Ya es imposible atender bien a tantas personas. Ante esta dramática situación se ha decidido que el resto de las comunidades arrimen el hombro. Por esta razón, a algunos municipios de nuestra comunidad, llegó la noticia de que en breve llegaría un grupo de hombres, mujeres, niños y hasta menores sin padres para ser acogidos durante unas semanas. Y los vecinos, “en un alarde de solidaridad”, pusieron el grito en el cielo: les contagiarían enfermedades, violarían a sus hijas, les desvalijarían las casas, ni podrían salir a la calle con libertad, ni podrían dormir sin miedo. Los alcaldes tratan de calmar los ánimos. Ni hay razones para tantos temores, ni se puede prejuzgar a nadie de esta manera. Pero creo que siguen manifestándose en contra.

Pero lo más preocupante de este episodio es que no todos los políticos de alto nivel siguen el ejemplo de estos alcaldes de pueblo. Algunos, para arañar votos al precio que sea, no han dudado en avivar con sus declaraciones estos brotes de xenofobia y de intolerancia. Y esto sí es peligroso, muy peligroso.

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