Uno de los males poderosos de este espectáculo ha estado en la crítica
Mucha mies habría de segarse; para que esta Fiesta Taurina, recobrase de nuevo su prestancia, brillantez, su verdad y su emoción para estimular de nuevo a aquellos que pasan por taquilla. No diré que toda esta mies sea buena; seguro que en su amplio campo abunda la cizaña, por eso habría que depurarla, poniendo a un lado el grano, y, al otro la cizaña, y echar esta al fuego.
¿Y qué es la cizaña? Todo aquello que pretende ser trigo limpio y no lo es. Todo aquel que presume de ser algo en la Fiesta – torero, ganadero, escritor, periodista, apoderado, subalterno o aficionado – y demuestra con sus hechos todo lo contrario de lo que pregonan sus palabras. -Todos les conocemos-. Denunciaba este columnista en otro artículo, que uno de los males poderosos de este espectáculo ha estado en la crítica. Que el mal de la fiesta, esta dentro de si misma, y, que la crítica desnaturalizada, mansa pusilánime y falta de verdad, ha resquebrajado los pilares fundamentales sobre los que siempre se asentó la fiesta. No digo que sea la culpable absoluta, no, pero si un eslabón muy fuerte, que se ha roto, por un afán mercantilista, donde, no se ha tenido en cuenta y consideración a esta industria, en la que se deben velar por los intereses de los aficionados como primera premisa para mantenimiento de la fiesta. Muchos “salvadores” de los medios de comunicación más sobresalientes, durante muchos años han venido disimulando, escondiendo y justificando cuanto les parecía, o cuanto les interesaba, sin darse cuenta del daño que, con tales maniobras y timos le hacían al mundo de los toros.
Ha sido una pena que, desde su privilegiada atalaya, no se haya sabido informar y llegar al aficionado y espectador, y menos aún fomentar el interés y la cultura taurina y, formar a nuevos y jóvenes aficionados. No han sabido capitalizar sus horas de retransmisión. No han ejercido de críticos y comentaristas capaces, y se han mostrado como meros “maestros” de ceremonias, desvirtuando las normas más elementales de objetividad crítica y comunicación. No buscaron los veneros de donde mana la afición, y hacerles llegar esta con transparencia, suscitando el interés, y el gran atractivo histórico y cultural a través de pintores, ensayistas, narradores. Y también vivificar la afición en conferencias, premios, tertulias, álbumes publicitarios, ruedas de prensa, argumentos seriados, museos, concursos de mil estilos, y labores manuales en los colegios. Ahora lo que vende, son las dulces y zalameras reseñas, entrevistas, de guante blanco, de imagen impecable. “Y esto, nos guste más o menos, son las velas que nos alumbran”.
Fermín González, salamancartvaldia.es, blog taurinerías