OPINIóN
Actualizado 20/06/2024 07:49:19
Gloria Rocas

Se ha puesto de moda en los últimos años un tipo de merchandising que nos anuncia que debemos vivir la vida, sonreír por todo y ser lo más en cada cosa que hacemos. Es bastante común tener en la despensa de nuestra casa una taza que rece “hoy va a ser un gran día” o “fuera dramas, empieza bien la mañana”. Y, aunque a priori la cosa suene jocosa o empalagosa, todas esas marcas o cuentas de Instagram que mandan tales mensajes positivos, no dejan de tener razón.

Hablaba el otro día de ese mecanismo que tenemos los humanos para no reparar en el final. En la muerte. Sería horrible vivir pensando en si será hoy o mañana cuando vayamos a desaparecer. Por suerte, el cerebro es sabio. Obvia esa incógnita y nos lleva al mundo de lo real y a la rutina como si fuéramos a ser inmortales. Y la verdad, y no descubro ahora nada nuevo, es que no lo somos. Llegará un momento en el que todo se volverá negro y no habremos tenido tiempo siquiera de hacer balance de lo bueno, lo malo o regular de lo que hemos hecho.

Obvio es que hay días malos, semanas malas, épocas malas. Tenemos rachas en las que nos gustaría pedirle por favor a quién sea que esté al mando que apague esa vela negra que parece que nos ha encendido a mala leche. O tirar a la basura la libreta con mensaje positivo en al portada. Pero, aunque nos resulte un tópico, aunque estemos bombardeados por ese pragmatismo que a veces aburre, deberíamos hacer algo de caso a nuestra taza de desayuno. Está demostrado que centrarse únicamente en lo negativo de los acontecimientos cotidianos no aporta nada bueno, ni para el cerebro ni para el alma. Ya hablé hace varias semanas del carácter o capacidad somática que tiene el cuerpo de generar malestar o llevarnos a situaciones de enfermedad tan solo por evocación o por sugestión. Así, del mismo modo, tener una actitud positiva o no tan negativa hacia los reveses de la vida puede ayudarnos, y ayuda, a resolver los problemas de forma más eficiente.

El quid de la cuestión, en lo que se refiere a la vida y esos mensajes de las marcas de moda, es que seamos selectivos en el sentido de dar importancia a lo que de verdad lo merece, valorando más las pequeñas cosas y enfrentándonos a las adversidades desde otro prisma. En definitiva. Volver a ser niños. Otro tópico, frase o idea que suena mucho últimamente, por otra parte. Visto, leído, o escuchado desde nuestra vorágine del día a día, nos parece un chiste o una utopía. ¿Quién puede permitirse ser niño hoy en día? ¿En qué momento podemos sacar ese lado infantil que todos tenemos por ahí dentro, escondido? No hace falta tomar al pie de la letra la definición, sino quedarnos con la esencia. Con la simpleza del término. Podemos volver a ser niños cuando dedicamos un espacio de tiempo a nosotros mismos; cuando priorizamos un poco el yo ante las obligaciones y cargas del día a día. Cuando realizamos actividades que evocan nuestra infancia o cuando sopesamos las cosas desde lo racional. Y, sobre todo, cuando disfrutamos realmente de lo que hacemos, sea cual sea la tarea que desarrollemos. Para algunos será hacer ejercicio, leer o escuchar música. Para otros, tener tiempo de calidad con familiares o amigos. Habrá muchos que disfurtarán de la meditación, el yoga o simplemente del silencio. Ahí es cuando. En esos momentos.

Aun así, no todo tiene que ser happy en nuestro día a día. De hecho, no lo es. Habrá días en los que seguiremos deseando estrellar la taza del “Señor Maravilloso” contra el suelo. Y estará bien. Porque tener un poco de cal para saber valorar la arena, siempre será nuestro mejor aliado.

Gloria Rocas

www.gloriarocas.com

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