Llevamos muchos años combatiendo las drogas en los menores. Conseguimos que bajen consumos y disminuya el porcentaje de vida que le ocupan. Terapeúticamente usamos el modelo constructivista sistémico y centrado en soluciones.
Preventivamente les informamos exhaustivamente y por niveles de plantas como la Cannabis sativa, Erytroxylum coca, Claviceps purpurea, Papaver somniferum, etc. Es decir, hay un estudio de los distintos tipos de drogas con sus efectos psicológicos y sociales realizado por psicólogos y biólogos.
El trabajo psicosocial es integral. Con sesiones pautadas se analiza y amplia lo positivo de los menores, se redefinen y deconstruyen ideas distorsionadas. Por medio de asambleas se hace terapia de grupo para influir en los contagios entre iguales.
Además del trabajo clínico es fundamental el programa educativo. Se tienen que generar hábitos de integración social. Hay una reinserción en estudios y trabajos. Se construyen vicios sanos. En nuestro caso se están consiguiendo éxitos en la formación profesional y hay una inversión ambiciosa en un ocio para el tiempo libre de calidad. Una escuela de circo, una de animación de tiempo libre, un club deportivo, una escuela viajera y muchas acciones en la naturaleza con un centro de educación ambiental.
Hay un proyecto ecosocial interdisciplinar. Las adicciones a las drogas muchas veces se mezclan con otras adicciones y más problemáticas sociales y familiares. No es el mismo tratamiento contra la drogadicción en menores que provienen de la exclusión social.
Sería frívolo pensar que varias sesiones de un especialista cambiaran la vida de un menor. Es un implicación de varios años en que cimentamos hábitos alternativos. Se pretende evitar una patología dual en la que los consumos deriven en trastornos mentales. Se empodera a los menores y se cuida su autoestima. Se les hace orgullosos de sus logros para aceptar una historia de la que no tener que evadirse.
Hay una gran exposición emocional. La tolerancia a la frustración hay que acompañarla hasta que se consolida. Por ósmosis en el grupo y con educadores de referencia vislumbran otras formas de afecto más equilibradas. Se generan espacios de confianza donde no se juzga y se permite fallar.
Todos somos química, la estrategia consiste en gobernar nuestros neurotransmisores, adrenalina, serotonina, oxitocina, dopamina, cortisol…No depender de drogas externas. Para eso también hay que hacer terapias familiares. También hacemos dejarse preguntar, en los que con la mayeútica y la ironía buscamos testimonios de personas afectadas por adicciones.
Cada llave funciona para una cerradura. Pero en la intervención terapeútica buscamos ganzúas que abran las puertas de las soluciones en manos del ladrón de su propia vida.