OPINIóN
Actualizado 13/06/2024 10:49:58
Fermín González

"Un lider es como un pastor. Se queda detrás del rebaño dejando que los animales más habiles caminen adelante mientras todo los demás los siguen sin darse cuenta de que en realidad están siendo dirigidos desde la retaguardia" (Nelson Mandela)

Es tan fácil protestar, quejarse, criticar, juzgar y lamentarse que todos sabemos cómo hacerlo. Basta con adoptar el rol de víctima y creer que el mundo es un lugar injusto, en el que la culpa de nuestros conflictos y sufrimientos la tienen los demás. Pero esa actitud es ineficiente. No en vano existe una ley en psicología que afirma “que lo externo es siempre un reflejo de lo interno, pues lo que se observa es en realidad una proyección del observador”.

Lo reconozcamos o no, somos corresponsables de que la economía sobre la que se asienta nuestra existencia sea tal y como es. De hecho, con nuestra manera de ganar, gastar, de invertir y de ahorrar dinero apoyamos y validamos el capitalismo cada día. No es la tierra lo que pisamos, sino un sistema monetario, donde por medio del capital las naciones y los seres humanos estamos interconectados. Con respecto a las empresas, si no fuera por ellas no habría empleo. Y sin este, careceríamos de ingresos con los que cubrir nuestras necesidades básicas. Más allá de cuales sean nuestras circunstancias sociales y económicas, fichamos cada día en el trabajo por elección propia. Además, mediante el consumo diario de productos y servicios permitimos la subsistencia de miles de compañías. Es cierto que vivimos condicionados por la publicidad y el marketing, pero nadie nos exige a punta de pistola que saciemos nuestros caprichos y deseos.

Y en cuanto a nuestras relaciones laborales, solemos quejarnos del trato recibido del jefe y los compañeros de trabajo. El egocentrismo nos lleva a victimarnos cuando estos nos presionan y nos faltan el respeto. Pero ¿no es cierto que en ocasiones tratemos a otras personas de la misma manera? Lo curioso es que cuando esto ocurre siempre encontramos una razón que lo justifique. Al vivir con prisas vertiginosas y de forma inconsciente en demasiadas ocasiones no nos damos cuenta de que “vemos la paja en el ojo ajeno, sin reparar la viga en el nuestro”. Eso sí, al observar el actual escenario socioeconómico, todos estamos de acuerdo en un mismo punto. La mayoría nos lamentamos por la falta de líderes, por la ausencia de referentes y, sobretodo, por la decadencia de valores que padece ahora mismo la sociedad. Esta percepción generalizada pone de manifiesto que estamos en contra de muchas cosas, ¿pero a favor de qué nos posicionamos? Y tal vez más importante: ¿Quién asume la responsabilidad el cambio que quiere ver el mundo? Ni más ni menos que un líder. Es decir cualquier ser humano que ha descubierto que para cambiar el mundo hemos de comenzar mirándonos al espejo.

Más que nada porque el cambio de mentalidad de la mayoría de los individuos es lo que promueve la transformación de las empresas y del sistema. La esencia del liderazgo radica en esa toma de conciencia. A partir de ahí comienza un proceso de aprendizaje y evolución personal, que pasa por responder a través de la propia experiencia las tres grades preguntas existenciales. ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? Y ¿Hacia dónde vamos?.

La primera alude a la necesidad de cuestionar el condicionamiento sociocomercial que nos ha sido impuesto. Es decir, indagar acerca de la veracidad o falsedad de las ideas, normas y dogmas que forman parte de nuestro sistema de creencias para saber cómo estamos funcionando. El malestar, la insatisfacción, el vacío existencial y el sufrimiento son los indicadores más fiables de que nuestro sistema de creencias está contaminado por ideas falsas. Cuando maduramos con la edad, en ese punto de autoconocimiento y desarrollo personal, cuya finalidad es conectar con nuestra verdadera esencia, con los valores que tal vez hemos marginado.

Al aprender a liderarnos a nosotros mismos, estamos preparados para liderar a los demás. Por eso los auténticos líderes terminan comprometiéndose y descubriéndonos su propósito en la vida. Y es que el sentido de nuestra existencia no sólo alude a la manera en la que nos “sentimos”, sino también a la “dirección” que decidimos darle. Así, no es casual discernir que los verdaderos líderes siempre dedican sus vidas al servicio de los demás, impulsando proyectos que realmente beneficien a la sociedad. –O eso creo yo… vamos-.

Fermín González, Salamancartvaldia.es, blog taurinerías

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