Hace tres años que te fuiste en mis brazos, Iría, llegando a la Plaza de España, dijiste adiós a este mundo que para ti fue de dos años. Solo pude decirte cuando empezaste a convulsionar “déjate ir cariño, déjate ir” Y así fue. Llegando al veterinario, intentaron darte vida y la tuviste durante unos instantes, luego te sedaron y otra vez en mis brazo emprendiste el camino a un maravilloso paraíso.
Cuando mamá se fue, lloré mucho, pero nada comparado a lo que sentí cuando me dejaste.
Las relaciones con humanos resultan complicadas y a edades mayores casi imposibles. La que tuve contigo fue un amor incondicional. Amarte fue lo más sencillo.
Es una pregunta incómoda que se hacen muchas personas que han perdido a su gatito o a su perro. Y a las que nos rechina escribir la palabra mascota”, pues no hace justicia a la relación que mantuvimos. El que se ha marchado fue el amigo incondicional… Y esa pérdida nos afecta más de lo que quizá estemos dispuestos a admitir.
¿Deberían llorar o no? ¿Se puede poner en una balanza el dolor que causa la pérdida de un ser querido (se sobreentiende que humano) y la del compañero (gato o perro)?¿Qué debemos hacer con ese sentimiento desconcertante que, además, no todas las personas van a entender? Porque duele, vaya, si duele… Tu lugar favorito era mi despacho, donde me veías darle a la tecla con el rabillo del ojo o asistir a clases hasta quedarte dormida.
CONSEJOS PARA SUPERARLO
La terapeuta Laura Vidal, experta en el duelo por la pérdida de un animal de compañía, ofrece algunas indicaciones para sobrellevar la pérdida.
Deje que le duela: El primer paso es aceptar que le está afectando y que es normal. En una sociedad tan condicionada por mantener una actitud positiva a toda costa, mucha gente no se permite estar triste y se queda estancada en un proceso de duelo.
Elige a quién se lo cuenta: No todas las personas van a entenderlo... Tomlinson destaca dos razones que explican por qué este sentimiento es tan abrumador y, en ocasiones, tan difícil de gestionar. La más simple es que su gato o perro pasaba mucho tiempo con usted. Así que la ausencia se nota más –explica–. La razón más profunda es que nuestras relaciones con humanos son mucho más complicadas. Discutimos con las personas a las que queremos. Amar a otro ser humano puede dejarnos cicatrices imposibles de borrar. Amar a una mascota es más sencillo. Ellos no discuten en la mesa. No golpean la puerta al salir de casa. No preguntan por qué has salido, jamás te miran con desprecio…No nos critican (¡ay, si pudieran).
Ese alto concepto que tienen de sus dueños es un interés moldeado por treinta mil años de convivencia y co-evolución. ¿Pero qué dice la ciencia sobre este asunto?
Los escáneres muestran que los cerebros de los gatos y perros responden al elogio de sus dueños con la misma intensidad que lo hacen ante la comida (e incluso para algunos el elogio es un incentivo más efectivo). Unos y otros saben interpretar nuestros estados emocionales a partir de expresiones faciales. Conocen cómo nos sentimos. Y también se ven afectados por nuestros sentimientos. La alegría los alegra; el nerviosismo los estresa; la pena los aturde.
La literatura también nos puede ayudar a reconciliarnos con los sentimientos que experimentamos cuando mueren. Milan Kundera dedica un capítulo sobrecogedor a Karenin, el perro de Tomás y Teresa, en La insoportable levedad del ser. Y Paul Auster tuvo la audacia de narrar en primera persona la vida de Mr. Bones, el perro de un indigente. Su descripción del cielo al que van todos nuestros amados animales es una catarsis.
Así que no es de extrañar que nos sintamos afectados cuando nos quedamos sin tan valiosa contraparte emocional. En cierto modo, ellos nos convierten en adictos a su lealtad. Y ya sabemos cómo se las gastan las hormonas del amor… Si te quedas sin tu placentera y calmante ración de oxitócica porque tu gato o perro ya no está, lo que sigue es un síndrome de abstinencia sin paliativos, complicado además por un duelo íntimo que no suele concitar simpatías, mucho menos pésames, y que no siempre se exterioriza.
Por desgracia, no hay ningún ritual de luto, ningún obituario en el periódico local, ningún servicio que nos ayude a superar la pérdida, lo que puede hacernos sentir avergonzados de mostrar demasiado dolor en público. Los mecanismos sociales de apoyo comunitario están ausentes. «Nadie se pide un día libre por su pérdida ». «Temes que eso te muestre como inmaduro o emocionalmente débil».
Nadie se pide un día libre por su pérdida ». «Temes que eso te muestre como inmaduro o emocionalmente débil».
Esa vergüenza alarga el proceso de recuperación. «Pero los estudios han encontrado que el apoyo social es un ingrediente crucial en la recuperación de duelos de todo tipo. Por lo tanto, no solo nos vemos privados de sistemas de apoyo valiosos cuando nuestra mascota muere, sino que la propia percepción de nuestras respuestas emocionales, añade una capa adicional de angustia».
Es una pregunta incómoda que se hacen muchas personas que han perdido a su mascota. Y a las que incluso nos rechina escribir la palabra 'mascota', pues no hace justicia a la relación que mantuvimos.
El que se ha marchado era su amigo incondicional. Y esa pérdida nos afecta más de lo que estamos dispuestos a admitir.
Nos volveremos encontrar en un mundo donde la enfermedad deje paso a la alegría.