Si se calla el cantor, calla la vida,porque la vida misma es todo un canto.
Si se calla el cantor, muere de espanto la esperanza, la luz y la alegría
Horacio Guarany
Nuestros oídos, preparados para escuchar y gustar la más sutil de las melodías y la más hermosa de las palabras, se están acostumbrando a los ruidos y a las frases vacías, llenas de nada. El ser humano, la guinda del pastel de la creación, se va pareciendo cada vez más a los animales, que se expresan con gritos y sonidos guturales. Es como si fuéramos involucionando hacia una comunicación cada vez más simplona y menos racional, precisamente empequeñeciendo ese rasgo esencial que nos diferenciaba del reino animal (y del vegetal).
Nos venden el producto al revés, y por eso todos tenemos todo tipo de dispositivos electrónicos pero a la vez, estamos más solos que nunca. Llenos de amigos en las redes, pero solos en el paseo de la vida real. En medio de foros on line, donde podemos expresar una opinión o mandar un mensaje, pero sin tener nadie que nos escuche realmente. El hecho de pagar para tener sexo siempre ha sido algo cuestionable desde diferentes puntos de vista, pero el dinero lo puede todo, o eso dicen. Ahora también pagamos para ser escuchados o para que nos receten algo tratando de no ahogarnos en una existencia que a veces nos asfixia.
Así, vamos construyendo la vida a base de ejercicios de supervivencia y nos olvidamos de lo que realmente somos y estamos llamados a ser. Nos falta música en nuestra existencia que nos haga vibrar y emocionarnos. Consumimos demasiadas cosas y disfrutamos de muy pocas. Y encima, estamos narcotizados por el fútbol y los dimes y diretes sociales. Bailamos al ritmo que marcan las agencias de información y los manipuladores de turno. La verdad se ha difuminado como un azucarillo en un café caliente y ya no sabemos ni quiénes somos ni a dónde vamos, porque todo es relativo, todo depende y nada es lo que parece que es.
En medio de este suelo sin cimientos queremos construir la casa de nuestra vida, y la humanidad sigue teniendo sed, más que nunca, de cantores y cantoras que se dejen la voz en el intento y canten, proclamen, griten o susurren que todavía hay lugar para la justicia o la belleza Porque el cantor y la cantora no pueden ni deben callarse, aunque se les mate o silencie una y otra vez. Levantar la voz para denunciar o para expresar verdades con belleza es un ejercicio en el que nos va la vida como especie. Pero los cantores son incómodos.
Por eso, se buscan más que nunca seres humanos capaces de crear y de poner color a los tones grises que casi se vuelven perennes a nuestro alrededor. La poesía, la música, el teatro, la lectura de un buen libro, el conocimiento, la danza, el cine, la pintura… Necesitamos palabras y gestos que hablen de que otros escenarios son posibles, y de que siempre podemos esperar algo mejor. Tenemos derecho a la esperanza.
Que no se calle el cantor. Podemos dejar de beber muchas cosas, pero el agua es imprescindible. Sin los artistas estamos condenados a tener sed para siempre. Que alguien nos haga pensar o simplemente nos embellezca nuestro paso por este mundo más que un regalo, es una necesidad vital y por eso no me resigno a existir sólo permaneciendo y dejando pasar el tiempo, no. Por eso, que no se calle el cantor…