El procedimiento es muy sencillo, si es que no lo han cambiado o quitado en este último año, pero me extrañaría, pues les debe resultar muy rentable:
Si se acercan con su coche, por ejemplo, a visitar Candás, antes de llegar al puerto se encontrarán en una pequeña rotonda a un grupo de policías municipales, que les avisarán y permitirán el paso; suponíamos que esta ayuda era para reforzar el semáforo que regula las entradas a esa parte turística del puerto, o bien para avisar que ya había plazas libres de aparcamiento en la zona del muelle donde está.
Así, pues, nos aproximamos a dicho parking y viendo que había varias plazas libres y ninguna señal de prohibido, dejamos nuestro coche en una de ellas. Cuando terminamos de echar una ojeada y comprar algunas ricas latas de conserva en la pequeña feria de alimentación organizada justo al lado, volvimos al coche. ¡Cuál sería nuestra sorpresa al ver en el parabrisas del coche una notificación de multa! ¡Y aún mayor sorpresa cuando nos dimos cuenta que la gran mayoría de coches a nuestro alrededor también tenían notificación de multa! Inmediatamente salimos a explorar dónde estaba la prohibición de aparcar que no habíamos visto; y vimos lo siguiente: un cartel explicando por qué en ese carril no se podía aparcar ¡que estaba puesto con el texto mirando en el sentido contrario al del conductor que llega al parking! Y otro cartel mojado y doblado por el viento cuyo texto, obviamente, era imposible de leer.
Al salir del puerto los policías “amablemente” nos informaron de que la multa ascendía a 200 euros. Inmediatamente mis compañeros y yo tomamos la decisión de hacer un escrito de alegaciones y lo presentamos en la ventanilla correspondiente de dicho ayuntamiento, explicando en él la imposibilidad de lectura del cartel de prohibido y nuestra total ausencia de voluntad de infringir cualquier norma de su digno ayuntamiento; visitamos la ciudad para hacer turismo, no para saltarnos ninguna norma.
Esta “pequeña” anécdota ocurrió hace casi dos años. Las cartas que, al parecer, el ayuntamiento de Carreño nos escribió informando de la multa las escribió con las señas mal puestas. Pero constantes hasta el final, con la alianza de la Hacienda pública, finalmente lograron cobrar esa multa que en mi experiencia de ciudadano ( quizás tengo suerte) ¡es la multa más injusta y más contraria al turismo que he sufrido en toda mi vida y a lo largo y ancho del continente europeo! Ni a mí ni a mis compañeros se nos ocurrirá de por vida volver hacer turismo por el concejo de Carreño.
Quizás, ese es el objetivo de ese ayuntamiento: que la gente no vaya a su visitar su bonito pueblo. Excepto si a alguien ¡le sobre el dinero ganado con su honesto trabajo!