OPINIóN
Actualizado 18/05/2024 09:30:43
Francisco Aguadero

Tenemos la sensación de que vivimos en una nueva era de conflictos y violencia que asolan a este mundo. Según Naciones Unidas y a escala mundial, el número absoluto de muertes por causas de guerras ha venido disminuyendo desde 1946. Por el contrario, los conflictos y la violencia van en aumento. Si bien, aún estamos muy lejos del nivel de violencia dado en el pasado siglo XX en el que solo en la Segunda Guerra Mundial murieron 60 millones de personas (40 millones de civiles y 20 millones de soldados) mientras que en casi un cuarto del siglo XXI van unos dos millones de muertos, fruto de la violencia.

Pero la comparación con el siglo XX, que puede que haya sido el más violento de la historia, incluidas dos guerras mundiales, no es ningún consuelo. A fecha de hoy existen 56 guerras activas por el mundo. Conflictos como el ruso-ucraniano, el israelí-palestino, o guerras civiles como la de Sudán, son algunos ejemplos de que el espíritu y la realidad de la guerra están presentes. Llevamos 15 años aumentando el gasto militar a escala mundial y muchos nos preguntamos: ¿es que no hay otra manera de pensar en la seguridad más que con el rearme y la guerra?, ¿quién piensa en el camino y la causa de la paz?

Salvo alguna excepción, la mayoría de los conflictos violentos actuales no son entre Estados, sino que se libran entre grupos terroristas, delictivos o milicias políticas de carácter extremista. Los conflictos y tensiones regionales sin resolver, la ausencia de instituciones estatales fuertes o la usurpación de sus funciones, la debilidad del Estado de derecho, la escasez de recursos, los desequilibrios y las altas desigualdades, la búsqueda de beneficios económicos exagerados o ilícitos, la emergencia del cambio climático y la violencia de género, son causas de conflictos frecuentes e importantes en nuestros días. El enfrentamiento, la polarización, el bloqueo del ejercicio democrático, no suelen venir desde abajo, desde la ciudadanía, sino desde arriba y hacia abajo.

Nos acercamos a las elecciones europeas del 6 al 9 de junio próximo, en las que nos jugamos un posible sufrimiento para la democracia. Confiemos en que la campaña sirva para aclarar dudas y no para exacerbar malentendidos o falsas noticias, como suele ocurrir. Los últimos sondeos de opinión pública colocan la situación económica y social en primer lugar de las preocupaciones de los europeos, con un 68% en la lucha contra la inflación y la pérdida de poder adquisitivo (según encuesta del instituto de opinión Ipsos para la cadena Euronews en 18 países de la Unión Europea) Mientras, los dirigentes insisten, machaconamente, con la amenaza de una gran guerra en Europa y la consecuente necesidad de aumentar los gastos de defensa bélica que, como es habitual, llevará a una nueva etapa de austeridad con la reducción del gasto social y cultural. Este enfrentamiento entre las demandas ciudadanas y lo que se le ofrece por parte de los dirigentes, puede ser un caldo de cultivo aprovechado por los extremos de izquierda o de derecha y complicarnos la vida a los europeos.

Cabe reflexionar si ¿vivimos una nueva Guerra Fría? Puede ser, pero no será como la que conocimos en el siglo pasado. ¿Se avecina la Tercera Guerra Mundial? No habría que descartarla. Aunque el pasado no se repite, sí podemos aprender de la historia, porque nuestro pasado es lo único certero que poseemos. Vivimos en un mundo sin descifrar en el que todos buscamos nuevos puntos de contacto. Son tiempos de muchas crisis a la vez, una policrisis planetaria. Es una era sin paz, en la que la alta conectividad y las redes sociales, lejos de ayudar a resolver los conflictos con frecuencia los magnifican.

Cada país tiene su propia cruz con la violencia. En los últimos tiempos, muchos países tienen un denominador común que es la retórica del odio, generada por el pensamiento y actitudes de extrema derecha o trumpistas que, con frecuencia, arrastran a la derecha conservadora o moderada. En Europa vivimos a golpe de sobresaltos, ya sea con la guerra de Ucrania, por la violencia política desatada o por el incremento de poder de los extremos con sus políticas populistas. Preocupa el auge de los discursos de odio que conducen a la ejecución de actos de odio, como el intento de magnicidio llevado a cabo en Eslovaquia contra su primer ministro, Roberto Fico.

En Alemania, Franziska Giffey, exalcaldesa y actualmente vicealcaldesa de Berlín, fue golpeada en la cabeza por un individuo con antecedentes por delitos de odio. El atentado es uno más de toda una serie de ataques contra representantes políticos en aquel país, con los que se ha sembrado la inquietud ante esta epidemia de violencia política, que algunos creemos empieza a parecerse a aquel ambiente tóxico de los años veinte del siglo pasado en la República de Weimar, cuando los nazis hostigaban violentamente a sus adversarios políticos. Aunque esta ola de violencia política, en la que también se da la política de la violencia, no afecta solo a Alemania.

Además de los casos citados, se están produciendo atentados de violencia como consecuencia de la polarización y la crispación política en otros lugares europeos y del mundo, como en Buenos Aires (Argentina) donde tres mujeres lesbianas han sido quemadas vivas tras ser atacadas con un cóctel molotov. La conmoción causada ha llevado a integrantes del colectivo LGBTI+ a pedir justicia y alertar contra el aumento de los discursos de odio.

Algo de polarización en la política no es mala en sí misma, pero cuando se carga de crispación y agresividad, induce a actos de violencia que no tienen cabida en una sociedad democrática como la nuestra. Sus señorías, los políticos, saben muy bien que sus palabras y actitudes no son inocuas, que se trasladan a los ciudadanos con facilidad y que pueden inducir a actos no deseados. Sean precavidos y responsables, dando ejemplo de respeto y buen comportamiento y, si no son capaces de ello, dejen su cargo o hagan un Pacto de Estado contra los discursos de odio, que ya está haciendo falta. Lo que hagan ustedes ahora es fundamental en el cómo será la nueva era a la que estamos evocados.

Los medios de comunicación, los seudomedios, las redes sociales y los ciudadanos, también tenemos que reflexionar sobre la polarización y la violencia política, poniendo nuestro granito de arena para que la violencia no nos amargue la existencia y podamos vivir en paz.

Escuchemos a Antonio Flores en No Dudaría:

https://www.youtube.com/watch?v=j1fyQBFLLAY

Aguadero@acta.es

© Francisco Aguadero Fernández, 17 de mayo de 2024

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