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Actualizado 16/05/2024 07:54:44
Vanesa Martins

Desde ACECALE trabajan para apoyar y ayudar a los afectados y sus familias. La detección precoz y la bajada de los productos sin gluten, entre sus reivindicaciones

“Soy celíaco, no puede comer gluten”. Una frase que cada vez se escucha más entre la sociedad y que celebra el 16 de mayo su Día, junto con el resto de los países de Europa. La definición ha ido variando con el paso del tiempo, ya que “no es solo una intolerancia, sino que es una enfermedad con cuatro bases”, explica César García, gerente y trabajador social de ACECALE, Asociación de Celíacos de Castilla y León.

La celiaquía es una enfermedad crónica, sistémica (que puede afectar a cualquier parte del organismo o del aparato), autoimune (relacionada con otras enfermedades) y genética, ya que tienes que tener un gen positivo para poder desarrollar esa enfermedad”, detalla. En este sentido, las cifras hablan por sí solas. Más del 30% de la población tiene la genética positiva, pero solamente lo desarrolla el 2%. Las cifras contabilizan a 50.000 personas diagnosticadas en Castilla y León, 6.500 en la provincia de Salamanca y 3.000 en la ciudad charra.

Se trata de una enfermedad que puede desarrollarse a cualquier edad, es mucho más frecuente en mujeres que en hombres, peor no hay un perfil específico. “En ACECALE tenemos desde bebés hasta personas que han sido diagnosticadas con 80 años, que nunca han tenido ningún problema y que han comido gluten normalmente y, por algún motivo, hace que se desarrolle”, explica el experto.

Además, “está claro que las mujeres después de dar a luz tienen muchas más posibilidades de desarrolla la enfermedad, también ciertos cambios hormonales, un periodo de estrés”, etc.

“No es recomendable que una persona que no es celíaca consuma productos sin gluten”

Los síntomas son principalmente digestivos, destacando las diarreas, vómitos, cólicos de gases, vientre inflamado o estreñimiento; pero también hay casos en los que se detectan migrañas, abortos de repetición, infertilidad, dermatitis, anemia, falta de vitamina B12 o incluso ácido fólico.

Una enfermedad que no tiene cura y para la que tampoco existe una medicación. “Solamente podemos cuidar la alimentación, consumiendo alimentos sin gluten. Cuando empezamos esa dieta se deja de introducir el gluten y poco a poco las vellosidades se van regenerando. Una vez regeneradas, los cólicos y los anticuerpos se y desaparecen los síntomas. Eso no significa que haya desaparecido la enfermedad, pero sí se ha controlado y hay que seguir con esa dieta sin gluten”, explica García.

Pero, ¿es sencillo seguir una dieta sin gluten? García explica que “es sencillo llevarla en casa, porque al cabo de un tiempo te acostumbras. Cada vez hay más productos en los supermercados y eso facilita la compra, pero el problema viene fuera de casa, ya que no hay muchos restaurantes donde tengan alguna opción para celíacos”.

Algo que viene directamente relacionado con el encarecimiento de estos productos, una de las batallas a las que se enfrentan los celíacos. “El precio de estos productos es más caro y todos los años la federación saca un informe de precios, en él se conoce que para una persona celíaca la cesta de la compra se encarece 1.200 euros más al año”. Algo que se multiplica si hay más de un miembro de la misma familia con esta enfermedad. Por ello, la bajada de estos precios y la creación de ayudas para afrontar este gasto, es una de las principales reivindicaciones de los diagnosticados.

En este sentido, surge una pregunta. ¿Una persona que no es celíaca puede comer productos sin gluten? La respuesta en sencilla: no es recomendable. “¿Para qué te vas a privar de ciertas cosas que muchas veces tienen falta fibra y otras cosas?”, aclara García.

Un diagnóstico precoz vuelve a ser fundamental y la principal reivindicación de ACECALE. Para que una persona sea diagnosticada de celiaquía entran en juego diversos factores, donde destacan los antecedentes. “Si tienes antecedentes familiares y empiezas con síntomas, la enfermedad celíaca ya tienes muchas papeletas”. Si se llega a este punto, se hace un análisis de anticuerpos (antiendomisio, antigliadina y transguntaminasa). Después se realiza un análisis genético y, por último, una biopsia. “Se trata de una endoscopia en la que se coge una muestra para comprobar si existe una atrofia biositaria y qué grado de atrofia hay. El conjunto de todo ello hace que haya un diagnóstico, aunque en ocasiones son resultados muy similares a otras enfermedades digestivas”, detalla.

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