El himno de la Alegría, al final de esta sinfonía, me conmueve emocional y mentalmente.
El 1824 se estrenó Viena, cuando ya estaba Beethoven completamente sordo. Él asistió al estreno. El éxito fue rotundo, pero le tuvieron que girar, al acabar, para que viera los aplausos sin fin del público.
Europa ha elegido este himno como bandera. Sabia elección. Por su música y su mensaje tal vez sea, nos dicen muchos especialistas, la mejor pieza de la música occidental.
Beethoven dedicó mucho tiempo para escribir esta sinfonía en la que responde a una pregunta ¿Cómo somos los seres humanos y que podemos esperar de la humanidad mientras vivimos y después de la muerte?
La respuesta es realista e idealista. Podemos ser lo peor de la creación; pero también podemos y debemos desarrollar nuestras mejores posibilidades humanas y compartir la vida eterna con nuestro Padre, Dios.
El realismo es una buena parte de la obra. Somos seres peligrosos, violentos y crueles. Las guerras de todo tipo (territoriales, religiosas, nacionalistas, racistas, civiles, etc.) eran y son hoy la mejor demostración.
La irracionalidad humana, nuestra vulnerabilidad y el miedo a la muerte son difícil de soportar y por ello inventamos (o se nos reveló, si es usted creyente) las religiones y la vida eterna.
Al final, en el canto de la Alegría, Beethoven se rebela, no acepta, como tantos rebeldes humanos a largo de la historia, este desastre y nos dice que los seres humanos podemos y debemos ser de otra manera, porque somos hermanos. Sobre la tierra podemos y debemos organizarnos mejor; es lo más inteligente mentalmente y emocionalmente, lo que debe llenarnos de esperanza, solidaridad, fraternidad, amistad y Alegría.
Como él es creyente cristiano, no solo espera que mejoremos la sociedad, sino que está convencido que nos espera un Padre, Amor, con el que compartiremos la vida eterna.
Un poesía de Chiller fue su referencia, para la letra del coro. Vale la pena leerla toda; le incluyo solo unas estrofas:
“Sean abrazados millones,
con un beso al mundo entero.
Hermanos, sobre la bóveda estrellada,
debe habitar un Padre amoroso.
Buscarlo por encima de las estrellas,
Allí debe estar su morada”
Lo cierto es que seres humanos, con nuestra mente, podemos crear mundos virtuales (o reales si usted es creyente) y encontrar sentido a la vida si desarrollamos nuestras mejores posibilidades y si creemos que hay un Dios y una vida eterna.
Los ilustrados e idealistas como Kant creían también en las mejores posibilidades de la vida humana sobre la tierra, pero, a diferencia de Beethoven no encontraban razones para estar seguros la existencia de Dios y la vida eterna.
Kant dejo escrito que hay dos cosas que le maravillaban: el firmamento estrellado y la posibilidad de la bondad en el corazón humano, lo que llamaba “la voluntad buena”. Su propuesta ética fundamentada en la razón es uno de los mayores logros, como lo es la Novena Sinfonía.
La Europa laica y la Europa cristiana (abierta a todas las religiones que no contradigan los derechos humanos) pueden y es inteligente que vayan de la mano. Cómo en “La peste” de Camus, donde un sacerdote y un médico comparten la lucha contra el sufrimiento de los apestados.
Por mi parte, voto por estos dos patrones de Europa.
La música del himno la compartimos todos ¡Deseamos que la vida tenga sentido, sea cantada! En versión religiosa o laica, como la cantada por Miguel Rios:
Escucha hermano la canción de la alegría
El canto alegre del que espera un nuevo día
Ven canta sueña cantado
Vive soñando el nuevo sol
En que los hombres
Volverán a ser hermanos
Ven canta sueña cantado
Vive soñando el nuevo sol
En que los hombres
Volverán a ser hermanos
Si en tu camino solo existe la tristeza
Y el llanto amargo
De la soledad completa
Ven canta sueña cantado
Vive soñando el nuevo sol
En que los hombres
Volverán a ser hermanos
Si es que no encuentras la alegría
En esta tierra
Búscala hermano
Mas allá de las estrellas
Ven canta sueña cantado
Vive soñando el nuevo sol
En que los hombres
Volverán a ser hermanos