OPINIóN
Actualizado 09/05/2024 09:29:33
José Luis Puerto

En nuestra contemporaneidad, en no pocas ocasiones ha sido la juventud la que ha sacado a la sociedad de su atonía y su modorra. De hecho, los movimientos juveniles, de todo tipo, han sido en occidente, tanto en Estad Unidos, como en la Europa y el mundo occidental, los que han planteado todo tipo de propuestas de renovación: en el funcionamiento social, en las costumbres, en la indumentaria, en los gustos musicales, en la estética…, pero también en los ámbitos sociales y políticos.

Rubén Darío, en su conocido poema “Canción de otoño en primavera” (de Cantos de vida y esperanza, 1905), ya cantaba, con melancolía, por lo pasajera que es tal edad. “Juventud, divino tesoro, / ¡ya te vas para no volver!”… Y es que esa energía, ese vigor, esa fuerza, ese empuje, esa capacidad de renovación que trae siempre la juventud, generación tras generación, son decisivos para que la sociedad no se anquilose.

Ahora, en estos mismos días, ocurre lo mismo. Las juventudes universitarias de América y de Europa, también de nuestro país, están levantando la voz en pro de Palestina, del pueblo palestino, masacrado, sacrificado por un gobierno israelí, prepotente y abusón, no sometido a control internacional alguno, que utiliza todos los poderosos medios bélicos de que dispone, para someter al pueblo palestino a un genocidio que habría que parar.

Es lo que están tratando de realizar nuestros jóvenes universitarios, levantando la voz, acampando con sus tiendas en los campus, debatiendo, poniendo el dedo en la llaga, levantando conciencias, ante esa apatía internacional del dejar hacer al poderoso y al prepotente, como si la muerte de miles de inocentes, niños y adultos, pudiera ser normalizada y aceptada como algo normal, cuando entra dentro de lo monstruoso.

Nuestros jóvenes, con precedentes ya, desde el final de la segunda guerra mundial, como los ‘beatniks’, los ‘hippies’, los situacionistas, mayo del 68, hoy vuelven a levantar la voz, por una causa pacifista, anti-genocida, de respeto a la vida y a la existencia autónoma de pueblos como el palestino, masacrado todos estos meses y sometido a la crueldad de los bombardeos, las hambrunas y la muerte… y, en definitiva, por causas ante las que no podemos permanecer apáticos, porque son causas a favor de la humanidad y del respeto y dignidad que merece.

Son voces que tendrían que escuchar y oír los estados occidentales y los organismos internacionales que pueden intervenir, mediar, detener y poner remedio a esa barbarie que se nos sirve fría en cada telediario, en cada informativo, y que asumimos como si no pasara nada, como si no fuera con nosotros.

La juventud, a la que se ponen tantas trabas en nuestro país en el presente (dificultades en las salidas laborales dignas, en la adquisición de vivienda, en la integración social, etc.), nos vuelve a dar una lección, en América, en Europa, en España, y nos vuelve a marcar esa vía civilizadora por la que merece la pena seguir luchando.

Y, de momento, para detener esa guerra injustificada que está masacrando al pueblo palestino.

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