Cada día aumenta más la sensación de que no sabemos donde vivimos. Parece que la realidad que nos rodea es virtual salvo para pagar a Hacienda. Todo lo demás es engaño o mentira. La desmemoria histórica que nos adorna ayuda a ello. España va cada vez más camino de un estado fallido. No hay memoria, no hay virtudes, no hay trabajo ni justicia. El futuro es cada vez más incierto a pesar de una falsa sensación de bienestar que no da para la cesta de la compra ni llegar a final de mes. Nos quieren vender un mundo sostenible donde nada se sostiene. Una sociedad en que todo es verdad o mentira según el que haga más ruido.
En teoría las elecciones son un reflejo de lo que opinan los ciudadanos o deberían ser y de quien quieren que los represente. Cabe también preguntarnos dónde está la verdad y la mentira después de años de desmemoria y educación sesgada en un país en que pocos defienden la verdad. Los partidos políticos cada vez más defienden sus propias lecturas en su propio beneficio que al final es la pasta, no en beneficio de la sociedad ante la que responden. Esta tragedia cada día va a más y es signo de descomposición social. El que administra ya no administra en pro del bien común.
En Canarias da la sensación de que se han manifestado contra el turismo sin movilizarse contra la invasión de inmigrantes violentos que lo están pulverizando todo. Un sin sentido que no nos explican ni podemos imaginar quién está detrás. Como cuando se manifestaban contra la extracción de petróleo y otras materias primas del fondo marino. Si no fuese por el resto de España, Canarias sería un archipiélago paupérrimo como a principios del siglo XX, hoy en día lleno de subsaharianos y plataneras como Madagascar. Todos los que se manifiestan contra el turismo y en favor de las pateras deberían pensarlo dos veces antes de renegar de su sustento y proteger su territorio. Quizás el fallo esté en la gestión de dicho turismo no en el turismo en sí. En Cataluña también se manifiestas contra el turismo, está claro que quince millones de visitantes en Barcelona tienen que tener impacto. Por lo que habrá que saber gestionarlo pero no renegar de él. Tantos millones de personas y cruceros beben más agua que todos los habitantes de Barcelona y producen muchos más residuos, pero el problema será la gestión de los que nos administran no la riqueza que aportan. ¿Qué será lo siguiente los almerienses protestando contra los invernaderos? ¿los madrileños contra el bocata de calamares? Ya quisieran ciudades de la España vaciada tener un problema con el turismo. Al final se impone la realidad viendo las imágenes de las manifestaciones donde banderas comunistas, independentistas saharauis, antisistema, palestinas, es decir, las de los convocantes cuya intención es desestabilizar la economía canaria sin aportar nada salvo que van con una hora de retraso. El que busca turismo de calidad se queda sin turismo. Jóvenes que se quejan de lo dura que es la vida y ni siquiera han bajado la ventanilla de un coche con la manivela.
Las nacionalidades históricas no han existido nunca. El país vascongado o señorío de Vizcaya pertenecía a la Corona de Castilla, como Cataluña que nunca fue más que un condado de la Corona de Aragón, su propio escudo no es más que el de Aragón. Son nacionalismos xenófobos y poco más buscando un beneficio económico para las élites en el poder. Tan sólo han servido para crear una España enfrentada, empobrecida, irreal, encanallada, sin valores. Donde los peores son ensalzados y los mejores son denigrados, y que no pinta nada a nivel internacional. En los EEUU muchos estarían con un mono naranja y grilletes en los pies picando piedras en las cunetas, mientras que aquí les damos un escaño en cualquier parlamento. Nadie escucha el mensaje de Ana Botín al decir que la renta per cápita española ha subido un uno por ciento en los últimos veinte años como aviso a los que nos administran. No salimos de pobres. Mientras los fabricantes de ropa interior hacen etiquetas más grandes que las bragas. Será para poderlas pagar. Todo lo que profetizó George Orwell en su novela “1984” está sucediendo en España. Los que la leímos en 1984 no lo podíamos imaginar.