OPINIóN
Actualizado 07/05/2024 09:27:52
Francisco Delgado

A unos diez días de finalizar la etapa de cinco días que el Presidente del Gobierno se dio para decidir si le valía la pena seguir o dimitir de su cargo de Presidente, por los ataques continuos recibidos de la Oposición, se puede ya reflexionar ( nosotros sí valoramos la reflexión) sobre qué opiniones ha suscitado este muy infrecuente hecho en la opinión pública española.

Lo que más llama la atención de esta actuación es la escasa valoración que se dio a esta decisión, al menos entre los profesionales de la prensa y la TV, así como a los políticos situados en la derecha y en la extrema derecha: desde calificarla de “teatro”, “engaño”, “decisión inútil” hasta directamente “tomadura de pelo”, por parte del Sr. Feijoó, que insinuó que el Presidente se había ido de vacaciones a Doñana, fingiendo quedarse a reflexionar; apenas nadie valoró el gesto de reflexionar antes de tomar una importante decisión para toda la Nación y para su vida personal.

Esta respuesta de subvaloración de una amplia mayoría de ciudadanos al gesto del Presidente sorprende, pues, además del sentimiento de desconfianza en él,de un alto porcentaje, significa que numerosos españoles no le dan ningún valor al hecho de reflexionar antes de actuar. Cualquier Presidente de un gobierno democrático, puede recibir muchas críticas sobre una gran variedad de políticas del gobierno: políticas económicas, de empleo, de pensiones, de inmigración, de asuntos exteriores, etc. También el Sr. Pedro Sánchez. Pero que lo que más se le haya criticado, (tomarse unos días para reflexionar en el estado de la Nación y en su propio papel de Presidente), es significativamente llamativo.

Da la impresión de que en España reflexionar antes de actuar, decidir entre opciones, antes de acometer alguna novedad de peso, es una actuación que no sirve para nada. Quizás, se piense, ni en la vida privada ni en la vida pública. “Lo que más mérito tiene es improvisar”, parece que se nos ha enseñado masivamente a todas las generaciones.

Pero si a continuación hiciéramos una lista de las grandes inversiones públicas en proyectos pasados que han sido completamente inútiles para la población, nos horrorizaríamos de cómo diversos gobiernos, tanto centrales como Autonómícos, han administrado cientos, o quizás miles, de millones de euros, por no planificar y estudiar previamente costes y beneficios de operaciones que nos han perjudicado a la gran mayoría. Y si hiciéramos lo mismo privadamente, en nuestra vida personal, una lista de las veces que hemos comprado, vendido, decidido cambiar algún servicio o lugar en nuestra vida, etc., operaciones de las que posteriormente nos hemos arrepentido por no haber reflexionado o habernos informado suficientemente, también caeríamos en la cuenta de que reflexionar no solo no es una pérdida de tiempo, sino que es el momento de más valor ante una decisión de importancia en nuestra vida.

Solamente hay una excepción a esta regla general de mejor reflexionar antes de actuar: algunas personalidades obsesivas que, sin poderlo evitar, sustituyen sistemáticamente las decisiones y actuaciones en su vida por un ilimitado pensar baldío con el que se defienden de la angustia patológica que sienten frente a las decisiones.

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