La primavera tiene luz de agua y agua de luz que traza arco iris en el cielo para que los niños sueñen con el tesoro que esconde su final imposible, como son imposibles los finales en un escenario de incertidumbre, en un tiempo cambiante de calores y fríos, de vientos y sol que te calienta el alma mientras caminas por los trabajos y los días. Nos acoge la incertidumbre como un regazo en movimiento y hacemos chistes mientras abrimos y cerramos el paraguas, deseando que escampe o de plano que venga el agua a llevarse las hojas de los periódicos, las noticias falsas, los dramas y hasta las hermosas mujeres de portadas imposibles. Ahora que desaparecen los kioscos pequeños donde se amontonaban la prensa y las golosinas que codiciábamos de niños porque eran espejismos de domingo, uno desearía que un golpe de viento lo hiciera volar todo, todo flotando por encima de calles y plazas llenas de terrazas donde nos sentamos a rumiar el descontento, a hacer cábalas o apuestas que entretengan la política del esperpento. Hojas que vuelan mientras miramos las pantallas y las columnas sostienen la opinión ajena que deseamos entender, tiempo disperso, tiempo cambiante, tiempo de isobaras que nos cercan mientras las nubes de ese mapa dejan caer lluvia y sol bajo los cielos.
Vivimos tiempos raudos de insólita feria de las vanidades y nos compramos el disfraz de interlocutor perfecto porque no queremos discutir o no tenemos fuerza para sostener la opinión más allá de lo nuestro. Hablamos del tiempo o de que no sabe uno qué ponerse porque hace frío, calor, lluvia y viento todo a la vez y vuelan los paraguas y los sombreros, se deja uno en casa la bufanda y amanece que no es poco sobre las buenas gentes que se van a trabajar todos los días al paso raudo de la semana laboral ¿Quién dijo miedo? La máquina que alimentamos con cada jornada tiene gatos callejeros, hombres desastrados al borde de la vía, oficinas que funcionan y funcionarios que bostezan, coches que no paran y un autobús que pasa a la hora sin que nada, felizmente, se detenga, y la primavera, agua, frío, sol y viento, nos deja sin sandalias, sin vestidos, sin ilusión de verano, sin aliento… y volvemos a decir que nunca ha sucedido, que todo esto es nuevo y tan diverso. Es el extraño tiempo en que vivimos, de espaldas a un abril de desconcierto.
Charo Alonso. Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.