Al igual que el día anterior los caballistas lograron encerrar dos de los tres astados que tenían al cargo.
En una jornada marcada por el sol y el entusiasmo, el pequeño pueblo de Gallegos de Argañán vivió su segundo encierro a caballo del año, un evento clave dentro de las festividades de la Romería en honor al Cristo de la Exaltación. El buen tiempo, a diferencia del día anterior, jugó a favor de los organizadores y asistentes, resultando en una notable afluencia de público tanto local como de regiones vecinas, incluyendo la comarca mirobrigense, Extremadura y Portugal.
Desde temprano, la expectación crecía alrededor del recorrido del encierro, donde los caballistas se preparaban para una de las pruebas más emocionantes de la festividad. A la hora señalada, tres toros fueron liberados, pero solo dos fueron finalmente encerrados en un primer intento exitoso. El tercero, demostrando una astucia propia de su especie, logró regresar al lugar de origen, añadiendo un toque de suspense y aventura a la jornada.
El evento no solo fue un espectáculo de valentía y destreza ecuestre, sino también un momento de reunión comunitaria. Con el clima favorable, los espacios como La Panera y los diversos bares del pueblo se vieron beneficiados, colmados de visitantes que aprovecharon para disfrutar de refrigerios en compañía de familiares y amigos. El ambiente festivo se palpaba en el aire, reforzado por el bullicio y la alegría de los asistentes.
"Es un día para disfrutar en comunidad y mantener viva una tradición que nos define como pueblo", comentó uno de los caballistas participantes, reflejando el sentimiento de orgullo local. Los espectadores, muchos de ellos asiduos a este tipo de eventos, no escatimaron en elogios hacia la organización y la pasión que cada año se renueva alrededor del encierro.
La Romería del Cristo de la Exaltación continúa siendo un pilar fundamental en el calendario cultural de Gallegos de Argañán, no solo por su significado religioso, sino también por contribuir a la cohesión social y el entretenimiento de la comunidad y sus visitantes. A medida que el sol se ponía, las calles del pueblo gradualmente volvían a la calma, dejando tras de sí las huellas de un día lleno de tradición, emoción y convivencia.