OPINIóN
Actualizado 31/03/2024 09:09:23
Santiago Bayón Vera

Manuel Negrete

Por la privilegiada posición política de Campo de Alanje, ya como embajador en Reino Unido, o bien como ministro de Negocios Extranjeros del rey José Bonaparte, tuvo toda clase de facilidades para la exportación de su ganado. Hay constancia del permiso para exportar 8.000 cabezas, que le valieron tres millones de reales concedidos por el citado monarca.

Se han dado distintas cifras para el efectivo de esta cabaña, pero la más frecuente se estima en 60.000 cabezas.

Tuvo importancia decisiva en las primeras etapas de difusión de la raza fuera de nuestras fronteras y de ella deriva el célebre Merino Negreti Que constituyó el pilar fundamental del Merino australiano (desde Inglaterra de los años 80 en siglo XVIII del gobierno rey Jorge III)

Su cabaña de merinos había desaparecido. Fue objeto de persecución, por ingleses y franceses, no sólo como alimento de las tropas, sino también como objeto precioso por su interés económico y zoológico. Campo Alange consiguió vender en Francia ocho mil cabezas, poniendo el producto de la venta a disposición del Gobierno, cobrándose con “bienes nacionales” que le fueron después incautados. Las guerrillas consideraron la cabaña de Campo Alange objetivo militar, y ya en el verano de 1809 se apoderaron de unas doce mil cabezas, que condujeron hacia Cádiz. En un boletín, fechado el 13 de diciembre de 1808 e incluido en las Memorias de Napoleón, se puede leer: “Les biens [...] de Campo d’Alange, respectable par ses vertus, par son nom et par sa fortune, propiétaire de soixante mille mérinos et de trois millions de revenus, sont devenus la proie de ces frénétiques”. La Junta Suprema regaló una partida de casi cuatro mil al rey de Inglaterra, otra parte la vendió, y el resto la permutó por mosquetes al aventurero Cochrane-Johnstone, quien a su vez la vendió en distintas partidas que fueron embarcadas a Inglaterra y a Estados Unidos. En 1811 ya había perdido la cabaña, salvo una partida, “que recobré posteriormente”, dice en su testamento, probablemente la última, que vendió al general Belliard y que debió de cobrar en París, pues la documentación aparece en el inventario hecho allí tras su fallecimiento. Su cabaña, conocida internacionalmente, por deformación ortográfica, como “Negretti”, sirvió para extender por todo el mundo, junto con otras cabañas célebres, la raza merina. Sus descendientes reclamaron durante cuarenta años la indemnización por las 60.504 cabezas que el Gobierno secuestró en 1809 de la cabaña vinculada al mayorazgo, documentando más de diecinueve mil cabezas incautadas indebidamente y alegando que salvo las partidas recuperadas o vendidas, el resto se consumió por los ejércitos. El fallo denegatorio de 1850 se fundó en el curioso argumento de que sólo se podía reclamar algo que, habiendo sido secuestrado, aún existiera (condición imposible para un ganado desaparecido cuarenta años antes).

Imagen Santiago Bayón Vera

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