Recuerdo que hace ya algún tiempo una compañera de trabajo me contó que en un viaje a Senegal por motivos laborales tuvo la suerte de asistir, en una comunidad retirada de la capital, a la celebración de una fiesta local. Al anochecer todos sus miembros – ancianos, adultos, jóvenes y niños - se reunieron en la casa común para festejar, comer y bailar. Después los adultos y los jóvenes se retiraron y los ancianos permanecieron allí con los niños para contarles cuentos. Ella pidió quedarse y, aunque no era costumbre, se lo permitieron.
Cuando terminaron mi amiga se dio cuenta de que la mayoría de las historias que había escuchado eran bastante crueles y con finales no muy felices, vamos que ella no se los contaría a sus hijos o hijas de pocos años. Extrañada, al salir preguntó ¿No les contáis a los pequeños cuantos infantiles? La respuesta fue contundente: ¡Si lo hiciéramos cómo iban a crecer!
En Europa, hace ya años, también sucedía esto en muchos pueblos, pero poco a poco (cosas de la cultura occidental) los hemos ido suavizando, cuando no olvidando, y con ello alejamos a nuestros pequeños de la realidad de la vida cotidiana procurando ocultarle todo aquello que pudiera resultarles desagradable, cruel, feo o injusto. Los muertos ya no mueren en sus casas rodeados de sus familiares, sino en los hospitales; los locos no deambulan por el pueblo, están en los psiquiátricos; los pobres y los lisiados se esconden en casa de acogida; y ahora les contamos cuentos de hadas, de princesas, de héroes que siempre vencen a los malvados; por eso cuando se chocan de bruces con la realidad, porque los adultos sabemos que la vida no es así, no están preparados.
Empecemos con el resumen de un cuento libanes que pueden leer completo, junto a otros muchos muy aconsejables, en el enlace que les dejo y que pertenece en una colección de Cuentos tradicionales del Mediterráneo. Este lleva por título ‘Una pizca de sal[1]’.
Hace mucho tiempo vivía un rey que tenía una hija muy bella, la quería casar con un hombre prudente y sabio, pero ninguno de los candidatos le parecía adecuado. Entonces decidió que el elegido sería aquel que con más fuerza compartiera con él su mayor afición: la sal. Anunció que casaría a su hija con el hombre que más sal fuera capaz de comer. Por supuesto se presentaron cientos de candidatos jóvenes, viejos, altos, bajos, valientes caballeros, ricos comerciantes, hasta pobres mendigos. El rey ordenó llenar la sala de trono de sacos de sal y pidió que pasara el primero que se comió 2 sacos enteros y para saciar su sed bebió dos cantaros de agua. Su estómago no pudo resistir y reventó. Los que le siguieron, tras ver lo sucedido, comieron menos sal, pero el rey se enojó y como había advertido que a los que no cumplieran les cortaría la cabeza pues fueron ejecutados uno tras otro.
Una mañana se presentó un hermoso joven al que el guardia de la puerta advirtió del peligro que corría si no satisfacía la exigencia del rey, pero el joven insistió en hacer la prueba. Así que entró después de saludar cortésmente se dirigió hacia uno de los grandes sacos de sal tomó una pequeña pizca, la llevó a la boca, la saboreó y dijo en voz alta ¡Ya está! En rey saltó de su trono indignado y le grito ¿Es que sólo vas a comerte una pizca de sal, te estás burlando de mí? A lo que el joven respondió: Majestad, aquel que no es capaz de deleitarse probando sólo una pizca, jamás podrá saborearla por mucha que coma.
Algunos han intentado recuperar esas enseñanzas secretas de los cuentos que desde siempre están contenidos en ellos, en las leyendas y los mitos. Uno de los más actuales es J. R. R. Tolkien en El Hobbit o El señor de los Anillos sobre las que me gustaría comentar algunas cosas.
En primer lugar, sus principales protagonistas son los pequeños y pacíficos habitantes de una región llamada La Comarca, son ‘los hobbits’. Es curioso que en muchos cuentos clásicos son niños o niñas los que corren con el peso de la aventura principal: Hansel y Gretel, Pulgarcito, El gato con botas, El principito… Todos ellos van aprendiendo a ser adultos mientras corren sus aventuras.
Gandalf ‘el gris’, es el sabio mago guiará a todos en la lucha contra el villano que quiere destruir la Tierra Media, pero antes de poder hacerlo debe morir para aprender algo importante que le enseña su mentora Nienna. Debe aprender lo que es la piedad y la humildad; por eso vestirá ya siempre de gris. Sólo después de hacerlo podrá orientar a todos en la lucha contra Sauron, El Señor Oscuro, que quiere esclavizar el mundo.
Un elemento importante es el anillo, símbolo de poder, pero también es la tentación, pues es capaz de corromper a quien lo posee ya que por utilizarlo se debe pagar un alto precio, el de ser arrastrado a la oscuridad. Otro elemento importante es el Árbol Blanco, símbolo que recuerda la luz que reinaba en las tierras antes de ser oscurecidas por Sauron, y por ello, representa la esperanza y la vida, y por también por eso, El Ejército de los Hombres Libres llevan capas blancas, señal de triunfo de la luz sobre la negrura del mal. El capitán de este ejército es ‘Estel’ (Esperanza) que personifica la lealtad, la virtud, la nobleza y la valentía, y será coronado Rey, pero no es el héroe del cuento.
En papel de héroes de la historia está reservado a dos pequeños y humildes hobbits, Frodo y Sam, quienes haciendo gala un de amor por su tierra y sus habitantes y apoyados en su amistad inquebrantable, llevarán a todos al triunfo final.
Todo este tipo de narración son mucho más que cuentos, hundes sus raíces en la tradición, las leyendas, los mitos que desde hace siglos perduran en el imaginario colectivo y cuyos personajes podemos identificar, a poco que nos fijemos: Perseo, Aquiles, Prometeo, Odiseo, Hades, el Cid, el Rey Arturo, Merlín o Robin Hood.
Hay mucha gente hoy que quiere contarnos ‘cuentos’, pero son cuentos mediocres, vulgares y aburridos, con personajes mediocres, vulgares y aburridos, que sólo hablan de odio, de mentira, de deseos de venganza, de rencor; dejando muy poco espacio a la imaginación y la fantasía. Una pena.
[1] file:///C:/Users/usuario/Downloads/Cuentos%20populares%20del%20Mediterr%C3%A1neo%20(2).pdf