Te llevo suspendida a la altura
del bien con que mi alma te bendice
palpando la fragancia de tus flores
hermosas recogidas en mis manos.
El mundo te admira y te reclama
allá a su abrazo a tu alcance
que llega con su sombra a tus talones
andando a mi lado a la espesura.
Tu canto yo lo guardo en mi poesía,
las piedras de tus aguas, tus verduras,
tu ciencia no aprendida ni estudiada
que muestra sin misterio lo imposible.
Tu luz bajo mi noche cuando nace
el sol en la orilla de tus ojos.