OPINIóN
Actualizado 12/04/2024 07:50:02
Mercedes Sánchez

El campo, verde, verde, sembrado de árboles verde con verde, unidas sus siluetas al resguardo del color de las montañas.

La tierra, fresca, húmeda, baño de agua y sol.

El cielo, intenso, supremo, azul pronunciadamente profundo.

Las nubes, más esponjosas que nunca, más suaves, más livianas tras su descarga, más blancas que el puro blanco, nubes de extremo contraste, hechas espuma de firmamento.

La Naturaleza, bella, exultante, alegre, radiante, rociada por todos los colores, salpicada de morados degradados, de naranjas intensos, de amarillos retama, de rojos de amapola silvestre…

Las alas desplegadas de las cigüeñas, paseando su blancura imperial por todo el espacio celeste, definiendo su recorrido caprichoso sobre la tierra.

El aire acaricia el pelo, roza suavemente la piel, reparte el aroma de los ramajes, el sonido de los pájaros, el zumbido de los insectos.

De tantos y tantos colores plagado el paisaje, rebosante de primavera, feliz por la fiesta de los sentidos.

Y más allá, mucho más allá, en ese otro lugar, el desfile de las garzas con su porte enhiesto, con sus largas patas, con sus esbeltas figuras, rodeando ordenadamente la gran charca, auténtico espectáculo, el mejor regalo que puede hacernos la madre que nos cobija.

La vida es rica, pródiga, generosa en su dispendio, la vida no escatima cuando se pone a repartir sus dones, dádiva tras dádiva, benefactora agradecida.

La vida es plena, un viaje único y exclusivo, una oportunidad de oro para tejerla en el día a día al amor de la caricia, del cuidado, del respeto, para saborearla sin prisa, para mirarla extasiados, para disfrutar su paso silencioso.

La vida, tan llena de tantos colores…

Mercedes Sánchez

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