OPINIóN
Actualizado 09/04/2024 10:06:01
Enrique Arias Vega

Llama la atención el ver la exquisita prudencia con la que el PP lleva los asuntos que salpican a la mujer del Presidente, como una comprobación más de que los temas que afectan al Partido Socialista hay que cogerlos con pinzas para no ser como ellos. ¿Se imaginan que hubiese sido al revés y que la puesta en entredicho hubiese sido el cónyuge de un Presidente autonómico del PP? La prueba la tenemos en el caso de Isabel Díaz Ayuso, en que los asuntos de su pareja se le atribuyen como propios y se exige su dimisión a gritos.

Y eso que estamos hablando de temas bien diferentes. En lo de Begoña Gómez, la esposa de Pedro Sánchez, la cuestión es su intermediación en subvenciones y fondos que, en última instancia, tenía que conceder su marido. En el caso de la Presidenta madrileña, en cambio, los negocios de su pareja nada tenían que ver con su gestión. Aun así, insisto, todos los dirigentes del PSOE, con unanimidad, exigen su defenestración.

Eso es lo que marca la diferencia de ser de uno u otro partido. Mientras que el socialista, amparado en una presunta superioridad moral, da lecciones de ética a todo quisque, los populares, acobardados no se atreven a combatir a sus adversarios con sus mismas armas, no vayan a ser tachados de retrógrados.

Todo se reduce, en el fondo, en que el PSOE se ha apropiado del relato, como ahora se dice, y todo lo que hace es bueno, mientras que los del PP son reaccionarios, fachas y hasta franquistas.

El PP, decimos, no ha sabido quitarse de encima ese sambenito y desde la época en que Cayetana Álvarez de Toledo era su portavoz parlamentaria ha renunciado a dar la batalla de las ideas. En la época de la anterior portavoz, sin embargo, el PP presumía, sin sonrojo, de ser progresista, liberal y democrático frente a la sinrazón del PSOE. Pues bien, mientras el Partido Popular no recupere su íntimo discurso reformista y renovador, amparador de las libertades y el progreso, estará en condiciones de inferioridad frente a sus rivales políticos, que ellos sí, son un ejemplo de anquilosamiento en la historia y de vuelta atrás en las ideas de progreso y bienestar compartido por todos los españoles.

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