Abril, dice el poeta, es el mes más cruel. Abril galán venía todo, escribía otra pluma insigne, lleno de flores amarillas. Y amarillo es el campo de colza florecido al aire de su vuelo de miel y aromas de cuneta plena de agua, agua, agua… Otra poeta nuestra habla de la sed y se enredan sus versos, los de Charo Ruano, con los del extremeño Basilio Sánchez, sed infinita, sed inagotable como chorro promisorio. Palabras entrecortadas para hablar de tristeza y de falta, de desesperanza… que ellos, poetas, afilan al borde de su palabra mientras los demás rebuscamos la desnudez de la sandalia, suspiramos por la piel que se ofrece fuera de las mangas. Cae la lluvia para alivio de los alérgicos, cae la lluvia roja de calima, sangre del cielo y recuerdo de guerras cercanas que apenas vemos. Cae sosegada y burlona mientras siguen floreciendo las amapolas, el pan y quesín de los campos de la dehesa mientras las vacas rumian felices bajo encinas y alcornoques el tiempo que les toca vivir con calma sabia. Somos nosotros los que nos apresuramos a contar los días, a enzarzarnos con el trasiego de las elecciones, el rumor de espumas de las opiniones contrarias que no sabemos convertir en charla y volvemos agresión y metralla.
Cae la lluvia, abril galán, abril lluvioso y no hace falta que venga mayo con su niña de comunión, con su pequeño almirante de corbata. Se casan las damas de la corte envueltas en tules ilusión y cualquier excusa es buena para llenarse de tocado y de alharaca. Somos seres que festejamos hasta la muerte y la tristeza, que nos vamos al bar tras el velorio y que bromeamos a las puertas del quirófano y nos escapamos a fumar más allá del hospital. Somos, como las plantas que florecen, deliciosamente cíclicos. Y ahora toca la terraza incipiente, la manga que se acorta, el poema que nos recuerda la tristeza mientras nosotros, los del mes más cruel, seguimos empecinados en subirnos a las sandalias, aquellas que también decía otra poeta ¿Por qué será que hoy me he levantado mecida por los versos de mis poetas? servían para saltar cualquier obstáculo. Aunque ese bache en el camino sea tan hondo como una mina, un misil, un atentado, un asalto a mano armada en el optimismo primaveral de nuestro inocente deseo de calor y consuelo.
Charo Alonso. Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.