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CULTURA
Actualizado 13/03/2024 22:45:16
Charo Alonso

La autora vasca presentó en La Librería Letras Corsarias 'La seca' una novela que muestra el interés por una literatura “de la tierra”.

En el hermoso despacho de la Biblioteca Municipal Torrente Ballester, Isabel Sánchez y yo nos lanzamos nombres de autoras como si estuviéramos jugando a la pelota, títulos y propuestas actuales que las dos nos recomendamos…

-¡Txani Rodríguez!

Entonces yo creía que la última novela de la autora se desarrollaba en Extremadura, en el mundo del corcho, y de ahí mi interés por susurrarle al oído de una sabia Isabel Sánchez que ejerce de pacense, el nombre de Txani Rodriguez a quien, según el crítico, escritor y amigo, José Ignacio García, otro sabio a la busca y captura de buenos libros, tengo que ir a ver sí o sí a despecho de mis tardes complicadas. Fue él quien me dijo: “Va a Letras Corsarias a presentar su novela… no te la puedes perder”. Y vaya si no me la perdí, aunque tuviera que escabullirme antes del final, que una cosa es la obligación y otra la devoción. Sin embargo, escuchar a Txani Rodríguez me ha sabido tan bien como esos olores de la tierra que se cuecen a fuego lento en medio del paisaje no de Extremadura… sino de la Sierra de los Alcornocales en Cádiz, de donde es su familia.

Tiene Txani Rodríguez un discurso ágil y cercano. Es una gran conversadora y la prosa de sus libros también fluye como río que se lee, según María Saez, presentadora del acto, de corrido. Atrapa. Como su charla, como su persona. Escritora de cómic, periodista, guionista, profesora de Escritura Creativa, Txani Rodríguez ha escrito relatos, varias novelas aplaudidas por crítica y público, ha recibido el premio Euskadi de Novela por “Los últimos románticos” y en “La seca” regresa a las tierras de Cádiz de donde partió su padre para buscar el porvenir en las fábricas del País Vasco. De esa raigambre familiar, en cierto modo autobiográfica, parte la trama de esta novela cuyo título tiene una doble lectura: por una parte es la enfermedad que afecta a los alcornoques y que se transmite por un hongo, por otra, se refiere al humor seco y sombrío de la protagonista, Nuria, que regresa al pueblo de su infancia el verano de la pandemia, junto con su madre a quien cuida y de quien está enormemente cansada.

Y sobre Txani, el recuerdo, el legado, la infancia gaditana de la niña vasca de Llodio siempre le fue amable y acogedor. Y es ahora, cuando la autora ha perdido a su padre y se cuestiona su soledad en el que es su pueblo, cuando recupera su conocimiento de la vida de los corcheros, la estética de aquellos que se suben al árbol a desmochar la corteza con un hacha, pasando días enteros en el bosque. Un mundo particular que la autora guardaba en su memoria de niña y del que participaba su familia paterna al quienes llamaban “Los Corchas”, una realidad que utilizó para un reportaje en la revista Minerva y que dejó de ser recuerdo amable de niña para convertirse en algo más complejo. La situación actual del campo, su precariedad, sus tensiones le sirvieron a la autora para crear una trama con cierto suspense que recupera un mundo propio al que se acercó como periodista, con deseo de recoger ese léxico y esa actividad que parece condenada a desaparecer ante la modernidad.

La novela de Txani Rodríguez se inscribe en esa vuelta a la tierra que inició María Sánchez y que nos recuerda esa dicotomía simplista de la ciudad y el campo que para ella, son los campos. En plural. Porque son diferentes aunque tienen un punto en común: el abandono. El tejido que vertebra los pueblos se deshace y la tensión entre los citadinos que quieren que todo se mantenga y los habitantes del pueblo que quieren prosperar se siente en sus páginas. Es una reflexión actual que Rodríguez ve a través de las protestas del campo y que, según ella, merece una concienciación de la gente acerca de nuestro consumo y de nuestra visión del campo idealizado por los autores que aparecen como paternalistas. La reflexión de lo que no es una novela de tesis, según la autora, es sumamente rica y compleja y sitúa al lector en una tesitura de reflexión. A través de la historia de Nuria, su miedo a la soledad, su arraigo, su relación con la madre, con el novio de verano, con el amigo, la autora muestra las contradicciones de la época quizás a la manera del cine actual como “As Bestas” o “Alcarrás”. El campo no es el lugar idílico, y merece atención y no medidas cortoplacistas. El campo está en el corazón del arraigo, del legado personal -insiste en ello la autora- y también en esa sensualidad del sur en comida y paisaje que disfrutamos olvidando lo duro que es la existencia de quienes viven en él. Una reflexión propia del momento en el que vivimos y que a la autora vasca de origen andaluz, o andaluza con nombre vasco, ahí, atravesando del todo el país, le ha servido para construir una novela muy visual, rápida, llena de gracia y que recupera un mundo propio… el de los trabajadores del corcho que se asoman a la literatura de la mano de una escritora que sabe hablar, sabe escribir y está atenta al aire de los tiempos. Es imprescindible, querido José Ignacio, ciertamente, es Txani Rodríguez arrancando la corteza de la actualidad, subida al árbol de la literatura.

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