OPINIóN
Actualizado 11/03/2024 10:30:11
Francisco Delgado

Vivimos tiempos subversivos. No tiempos para subvertir el orden político, sino tiempos en los que una minoría ruidosa e ignorante parece tender a subvertir las afirmaciones de la ciencia, a negar lo evidente desde hace siglos, hasta a subvertir el sentido común. También en el terreno de la salud y la medicina, en el de la psiquiatría y la psicología, en el de la sociología.

El denominador común a la mayoría de estas afirmaciones “subversivas” es que como explicación moderna de muchos fenómenos de salud o de conducta, se cambian las consecuencias o síntomas por las causas y los motivos y causas se convierten en consecuencias.

Durante siglos, ya en el imaginario popular los trastornos del sueño han sido el resultado del stress del sujeto, de sus preocupaciones vitales, materiales o afectivas, de su “falta de conciencia limpia”, etc.etc. Es decir de algo que no funciona en la vida de vigilia del durmiente, que produce intranquilidad y como consecuencia esa intranquilidad le dificulta el sueño reparador.

Pues ahora, en la actualidad, crecen los artículos, avisos, titulares de prensa o revistas, en las que se escribe que la estadística en España de ciudadanos con problemas para dormir se eleva a un cuarenta y tantos por ciento, es decir a cerca de la mitad de la población. Y se afirma “ hay que tener mucho cuidado pues la falta o las dificultades en el dormir afectan negativamente al bienestar emocional, al rendimiento laboral o escolar, a la salud, etc”. Y algunos de estos medios siguen señalando la contradicción de que haya una numerosa población con problemas de sueño, y a la vez seamos uno de los países del mundo que más psicofármacos y somníferos consume. Parece no entenderse esta doble manifestación; como si estos nuevos “exploradores” de la mente humana nunca hubieran estado en una consulta de medicina de atención primaria y nunca hubieran visto al médico de turno (por falta en la mayoría de los casos de tiempo para atender a cada paciente) responder a la frase de su paciente “…además, tengo problemas para dormir” firmando una nueva receta con la prescripción de algún somnífero o ansiolítico.

Si queremos recuperar el sentido común y no seguir afirmando por ejemplo que lloramos porque tenemos lacrimales, o que la felicidad está desactivada en algún área de nuestro mapa cerebral…tendríamos que comenzar a preguntarnos las grandes y concretas preguntas: ¿Qué es de lo que carecen los españoles para que una gran mayoría no puedan vivir lo suficientemente tranquilos en su vida cotidiana, y por lo tanto tampoco en su sueño reparador?

¿Es que nos gusta hacer como el avestruz y negar que conocemos suficientemente bien las respuestas? ¿Dónde están las instituciones de apoyo, las instituciones sanitarias dignas, los servicios sociales eficaces, las condiciones laborales preocupadas por el bienestar del empleado, por su seguridad económica, por paliar los sufrimientos de diversa índole que de vez en cuando en toda vida aparecen?

El ciudadano medio español camina como ese mito heroico, solo ante el peligro, que no encuentra en ninguna de las encrucijadas dolorosas de su vida un buen refugio o ayuda eficaz, incluso cuando ha pasado años de su vida ahorrando o pagando algún seguro.

Solo una minoría se libra de ese vivir a la intemperie.

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