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LOCAL
Actualizado 09/03/2024 12:53:29
Berta Joven

El sacerdote alerta de la urgencia de “descentrarnos”, dejar de pensar en nosotros mismos y volvernos más a Dios

¿Qué situación viven las diócesis de Salamanca y Ciudad Rodrigo actualmente?

Imagino que la misma que sucede en otras tantas diócesis españolas. Además de las muchas personas que viven con seriedad su vida cristiana, siguiendo a Cristo en la Iglesia, existe una abundante secularización de personas que planean su vida al margen de Dios. No es desdeñable el número de cristianos solo sociológicos. Hay quienes conocen a Cristo y están “en casa”, viviendo activamente su fe; quienes, conociendo a Cristo, se han ido alejando “de casa” y de su compromiso de fe; y quienes no conocen a Cristo o le rechazan.

Es urgente “descentrarnos”, dejar de pensar en nosotros mismos y volvernos más a Dios. Ponerlo en el centro y pasar nosotros a la periferia. Darnos cuenta de que Él nos regala todo y nos da todo. Frente a Él, no cabe más que la acción de gracias. Vivir como cristiano no es más que vivir agradecido y agradeciendo. No vivir solo de “cara a la galería”, sino descubrir quién soy y quien es mi hermano; verme y verle con el corazón de Dios.

¿Cómo vive la crisis de las nuevas vocaciones?

La vivo con dolor y con paz. La escasez de vocaciones al ministerio sacerdotal es, posiblemente, el mayor problema de la Iglesia. Es difícil que surjan vocaciones en un mundo que vive al margen de Dios. Sin embargo, la vida se nos ha dado para entregarla. Con paz, porque el Señor sabe por qué nos hace pasar por este invierno vocacional y se lo pedimos reconociendo que Él es más grande que todas las dificultades actuales y no dejará a su Iglesia sin vocaciones.

¿Cómo puede atraer la Iglesia a la juventud?

Las propuestas de vida que los adultos hacemos a nuestros jóvenes no son atractivas ni subrayan el esfuerzo y la lucha. Seguir a Cristo es ir contracorriente de lo que propone nuestro mundo y es difícil. Sin embargo, a los jóvenes les atraen los ideales grandes. Hay muchos movimientos nuevos en la Iglesia que atraen a los jóvenes. Es crucial resaltar la belleza de seguir a Cristo, y es muy necesario acompañarlos y pasar tiempo con ellos.

La Iglesia sabe que los jóvenes, con su presencia y su palabra, ayudan a rejuvenecer su rostro. Existe, podríamos decir, una desilusión institucional por parte de los jóvenes. Pero la Iglesia los mira con simpatía y humildad. Los mira en positivo, con una escucha humilde y una mirada cordial. Nos entristece su ausencia y deseamos mostrarles cómo encontrar al que puede dar respuesta a sus profundos deseos de felicidad; propiciar el encuentro personal con Cristo y acompañar su inserción en la comunidad.

El Papa ha llamado a "desmasculinizar" la Iglesia católica y ha dicho que no se ha escuchado "suficientemente la voz de las mujeres". ¿Cómo potenciaría el papel de la mujer dentro de la Iglesia?

Como en tantos temas actuales, este problema no ha sido solo el problema de la Iglesia. Hoy, la Iglesia no puede entenderse ni sostenerse sin la participación de la mujer. Reconociendo el papel de María, madre de Jesús, y de María Magdalena, apóstol de los apóstoles, el mundo ha tenido una estructura masculina. Hoy no es así, tampoco en la Iglesia. Muchas de las responsabilidades en las comunidades y en la diócesis están en manos de mujeres. Si nos centramos en la misma Curia: una mujer está en la secretaría, y otra en la secretaría judicial; de tres personas que llevan la economía diocesana, dos son mujeres, y la delegación de comunicación la llevan dos mujeres. Yo mismo tengo dos mujeres en el Consejo Episcopal. Y están, no porque sean mujeres, sino porque realizan bien su trabajo.

¿Cómo ha recibido la apertura del Vaticano a las bendiciones a las parejas homosexuales? ¿Qué importancia tiene este paso?

Con normalidad. Este asunto de las bendiciones ha causado revuelo. La doctrina sobre el matrimonio no ha cambiado. Se bendice a las personas y toda persona es digna de ser bendecida por el Señor.

¿Le preocupa el cambio climático y el cuidado del planeta? ¿Qué mensaje tiene la diócesis al respecto?

Me preocupa el cuidado de la casa común, como no puede ser de otra manera. Los cristianos suelen ser buenos ciudadanos y deben tener este cuidado desde su propia casa: ahorro de agua, reciclaje, buenas prácticas. No podemos pensar que un problema de esta magnitud lo solucionen únicamente los gobiernos.

Una de las soluciones a la falta de sacerdotes es la implicación de los laicos al frente de las celebraciones, que consisten en la lectura de la Palabra de Dios, y en la distribución de la comunión. ¿Cómo lo ve?

Cuando un sacerdote no puede celebrar la eucaristía dominical en todas sus parroquias, se pretende que la comunidad parroquial se pueda reunir para encontrarse en asamblea, escuchar la Palabra de Dios y recibir la Comunión. Existen personas laicas preparadas para ello, y se realiza en bastantes lugares, siempre con la sabia rotación que propone el pastor de esas comunidades.

¿Qué otros nuevos retos tienen por delante?

Cuidar la salud de los sacerdotes y que no trabajen solos, sino con un equipo pastoral que les refuerce personalmente y en su tarea apostólica. Estamos también inmersos en completar las unidades pastorales para facilitar el trabajo de los pastores.

Cuando empezó su camino en la vida religiosa, ¿se imaginaba llegar a obispo?

Ciertamente, no lo imaginé nunca. Nosotros, en los años setenta, fuimos educados para ser curas de pueblo. Después, los formadores me enviaron dos años a estudiar a Suiza, y tras la ordenación sacerdotal, estuve 14 años como formador en el Colegio Diocesano Asunción de Nuestra Señora de Ávila, y 15 como rector del Seminario de Ávila aquí en Salamanca, donde nuestros seminaristas asistían a clase en la Universidad Pontificia. Cuando el obispo de Ávila, don Jesús García Burillo, me nombró párroco de la parroquia de San Pedro Bautista de Ávila (una de las etapas más hermosos de mi vida sacerdotal), pensé que allí me jubilaría. Cuando me llamó el nuncio, en febrero de 2017, para decirme que el papa Francisco me pedía ir de obispo a Plasencia, fue una verdadera sorpresa.

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