OPINIóN
Actualizado 05/03/2024 09:43:26
Charo Alonso

Es tal la servidumbre del repartidor que llama para ahorrarse el viaje si no estamos en la casa y al final, el intercambio nos sitúa en las coordenadas de la calle de mi madre, en doble fila y a toda prisa.

-Hala, écheme una rúbrica.

Son las siete de la tarde y este hombre habrá estado todo el día recorriendo la ciudad como un heraldo de los dioses y todavía le queda humor para reírse del aparatito que le ha mandado, buscando mi calle, al otro lado del río. Por eso he bajado al encuentro inusual y hago lo que puedo sobre el capó y la caja de libros resbala mientras araño la pantalla con el dedo.

-Tiene usted firma de ministra.

-¿De qué ministerio?

-No sé, de cultura porque le traigo libros, claro, que ahí se gana poco, mejor se busca un asesor y redondea. Hala, a pasar buena tarde.

Arranca con alegría y tengo que salir corriendo para gritarle que lleva la puerta trasera de la furgoneta abierta y bamboleando a medida que sortea al coche que no sabe si darse con él o atropellarme a mí y a mi caja de libros. Una vez en casa de mis padres, le cuento al señor que me han dicho que tengo firma de ministra.

-Eso no es nada, mejor una vicepresidencia, mujer.

A mi padre el retiro espiritual frente a la tele le está volviendo un experto en política nacional y a este paso, le propongo para tertuliano de la sexta, que andan muy necesitados. Lo malo es que cuando hablan a la vez, no se entera de nada y le echa la culpa al audífono. Mi padre está tomándose la legislatura como una carrera de obstáculos y prefiere la bronca parlamentaria a ver quemarse en vivo y en directo un edificio o caer las bombas sobre civiles hambrientos o ucranianos exhaustos. Al otro lado de la cristalera del balcón, los pájaros que el ayuntamiento quiere desahuciar se posan para su solaz en las antenas y hacen su danza del atardecer mientras mi madre repite que ya se conocen las tardes. Tiene su tiempo pautas de luz y de pájaros, rutina de hilván que se descose cuando yo me marcho siempre con prisa, dejando un reguero de buenas intenciones.

La rutina suya es de pespunte machacón y uniforme, pastillas como piedritas en el camino de las horas, domésticas obligaciones que marcan el paso de los días. La luz cambia de ventana a lo largo de la jornada siempre festiva y la obligación llena el fregadero y la lavadora de espuma cotidiana. Con un gesto brusco, arranco el mes del calendario como una desgarradura y siento que he roto un silencio cómodo y doméstico ¿A dónde se fue enero? y cuando le digo a mi madre que empieza marzo sonríe en la paz de su particular monasterio: pues a ver qué me regalas, que cumplo años con el viento. Entonces el señor que no oye, o que está atento a la mesa de debate no puede por menos que reírse de la hija que hace equilibrios para ponerse el abrigo, el bolso y la caja de los libros.

-Que se estire, que lo que va a ganar esta, con tanto ministerio…

Charo Alonso.

Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.

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