Voy a hacer un pequeño cuento en homenaje a los tristes sucesos ocurridos en Barbate contra la Guardia Civil y el ejemplar comportamiento que tuvo la viuda de uno de ellos cuando el Ministro iba a poner la medalla sobre el ataúd.
EL BOTÓN MOM
Estos útiles tienen una curiosa historia datada en 1885, Heribert Bauer de Pforzheim fabricó el primer broche a presión de los tiempos modernos. Se destinaba sobre todo a la ropa interior para hombres. Pero el botón no es un artilugio de la época moderna. Gracias a excavaciones arqueológicas se han encontrado en la India botones fabricados hace 4.000 años. Están hechos con conchas de moluscos que fueron talladas a mano, en forma circular o triangular, y después perforadas con agujeritos para coserlos a la ropa.
La misión de Mom era sujetar y engalanar alguna prenda del viejo vestuario de madame Civil.
Mom había sido, en sus tiempos jóvenes, de un verde casi púrpura que encandilaba a quienes lo veían. Según fue cumpliendo años, los orificios por donde antes pasaba el hilo con facilidad y mucha, mucha eficacia, ahora camuflaban, las intenciones más perversas.
Compartía sus extravagancias con agresivos alfileres, belicosas agujas, hilos de diferentes colores y grosores. El acerero que mostraba signos de narcisismo, miraba hacia otro lado. Un día de esos que amanecen sospechosamente armoniosos, Mom no hacía más que protestar cuando los botones de la pared de enfrente le echaban en cara su dejadez con los abnegados botones que seguían cumpliendo con su deber a pesar de ser cada día el material para sujetar el corpiño de madame de peor calidad. No quiso escucharles, seguía dando órdenes... Y llegó el día en que madame Briguite, mujer corpulenta, debía llevar bien sujeto el cuerpo a fin de que no fueran vistos sus ansiados pechos. Él miró para otro lado y los ingenuos botones tuvieron que cumplir una misión imposible. En pleno baile, el corpiño de madame estalla, los botones habían caído abatidos ante la presión. El disconforme botón no admitió críticas.
Olvidado por todos, permaneció el resto de sus días entrando y saliendo de un desconocido ojal, soportando interminables tirones, intensos calores de planchado, miradas de desaprobación a lo que pudo hacer bien y por desidia dejó que sucediera una tragedia.
¡Qué alivio sintió cuando el bueno y noble dedal pasó su mano sobre la sudorosa frente. Supo que todo había sido una agitada y turbulenta pesadilla.
Todos los cuentos deben tener un final feliz, aunque la realidad haya sido muy diferente.