José Luis Ábalos, en su atormentada historia, ha tenido un momento de éxito, como fue el peregrinaje y allanamiento para que Pedro Sánchez llegase a la Secretaría General del PSOE. Luego, recompensado con la Secretaría de Organización del Partido y el Ministerio de Fomento, su ejecutoria no ha tenido minutos brillantes, sino que se ha visto ensombrecida con episodios como el de la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez y su paso llena de maletas por el aeropuerto de Barajas.
No fue seguramente ese caso causa de su cese, ya que gozó de las bendiciones presidenciales, pero probablemente se debió, de la manera brusca e inmediata en que sucedió, a la ajetreada y no edificante vida ministerial.
En cualquier caso, hemos llegado al asunto de Koldo García, asesor de Ábalos cuando la pandemia y que se lucró por la cara con el negocio de las mascarillas importadas, colocadas a precios astronómicos en instituciones públicas. Ahora el PSOE, como castigo al menos de su responsabilidad in vigilando, le ha cesado como presidente de la comisión parlamentaria de interior y le ha pedido que devuelva el acta de diputado para que el escándalo no siga creciendo.
Y es ahí cuando se produce el mayor error del ex ministro: su renuencia a devolver el escaño, competencia que es exclusivamente suya. Comprendemos que la situación personal de Ábalos le perjudique si prescinde de sus emolumentos como diputado, pero otra situación es impensable. ¿Hay alguien capaz de imaginar a nuestro hombre en el grupo mixto, poniendo en peligro, al menos teóricamente, la mayoría parlamentaria del Gobierno?
Por supuesto que no. Ha sido la negativa a la entrega de su acta, además, el mayor error que ha cometido el ahora cesado, ya que le ha malquistado con todo en aparato del partido que le ha pedido que dimita. ¿Y qué es Ábalos sin el partido, cuando ni en su circunscripción de Valencia le quieren?
Ya está tardando demasiado en marcharse y por bien que lo quiera hacer ahora ya tiene la enemiga del sanchismo y del socialismo no sanchista, porque se podrán cometer más o menos tropelías sin responsabilidad alguna, pero con las decisiones de tu partido no se juega.
Enrique Arias Vega