La semana que ahora termina ha constituido un cúmulo de emociones para quienes respaldamos la Memoria Democrática y el reconocimiento y recuerdo de todas las personas que defendiendo los valores constitucionales y democráticos fueron perseguidos por la intransigencia del franquismo, un régimen político autoritario, abominable y sanguinario, que sufrimos los españoles durante cuatro largas décadas.
El pasado domingo, 18 de febrero, tomamos el primer café leyendo una noticia que ocupaba toda una página del diario “El País” y que hacía referencia al homenaje que nuestro país vecino, Francia, hacía, por iniciativa del presidente de la república, Emmanuel Macron, de un ciudadano salmantino -nacido concretamente en el pequeño municipio de Ituero de Azaba, localidad próxima a Ciudad Rodrigo- llamado Celestino Alfonso, por haber luchado con heroicidad durante la Segunda Guerra Mundial contra los nazis en el grupo de resistencia denominado Manouchian. El homenaje consistiría en que el nombre de Celestino Alfonso iba a quedar inscrito, junto al resto de miembros (22) del grupo de la Resistencia contra la ocupación alemana de Francia, en el templo laico de las glorias francesas, donde reposan eternamente los personajes más ilustres de Francia: Voltaire, Rousseau o Victor Hugo, en el panteón de hombres ilustres de París. Todo ello, por combatiente contra los nazis, resistente y defensor de la libertad..
Pero, ¿quién fue Celestino Alfonso?, ¿cuál fue su trayectoria vital que le llevó hasta territorio francés?. Celestino Alfonso nació en el seno de una humilde familia de Ituero de Azaba el 1 de mayo de 1916. Hacia finales de los años veinte del pasado siglo, emigró junto a su familia a Francia y desde muy joven se alistó en las filas del partido comunista francés. Cuando se produjo el alzamiento militar en España, el 18 de julio de 1936, cruzó la frontera y se incorporó en España, junto a otros miles de voluntarios de más de 50 países en las Brigadas Internacionales a luchar contra el ejército rebelde de Franco, Sanjurjo y Mola y en defensa de los ideales democráticos instaurados en España en 1931 con la proclamación de la Segunda República y la aprobación de la Constitución política ese mismo año. Una vez acabada la Guerra Civil regresó a Francia incorporándose en el grupo Manouchian, de Resistencia frente a la ocupación nazi. Le detuvieron e ingresó preso, pero a los seis meses se fugó, reincorporándose a la Resistencia, pero fue capturado de nuevo y fusilado por los nazis el 21 de febrero de 1944 (hace ahora 80 años). Antes de ser fusilado dejó escrito en una carta a su familia lo siguiente: “hoy a las tres seré fusilado. No soy más que un soldado que muere por Francia. Sé por qué muero y estoy orgulloso”.
Al homenaje del ingreso en el Panteón de hombres ilustres de París (primer español que entra en este templo) acudió el ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Victor Torres, pero, lo triste, es que no acudiera ningún mandatario ni de Castilla y León ni de la provincia de Salamanca, cuando todos los salmantinos deberíamos sentirnos orgullosos de este, nuestro paisano. Resulta paradójico, como manifiesta el hispanista francés Jean-Claude Rebaté, que en su pueblo no se le conozca ni haya ninguna calle dedicada a él y, en cambio, sí haya una dedicada al general rebelde del ejército franquista, Moscardó.
El problema más grave es que en la Junta de Castilla y León, gobernada por el pacto entre PP y Vox, no tienen ningún interés de homenajear a las víctimas del franquismo ni, por supuesto, convocar subvenciones para las asociaciones de memoria histórica con las que proceder a la apertura de fosas comunes con el objetivo de recordar y homenajear a quienes allí están sepultados de forma indigna e infame ni para actividades relacionadas con las víctimas de la Guerra Civil y la dictadura franquista.
Desde la asociación Salamanca por la Memoria y la justicia (de la que soy presidente), nos sentimos orgullosos de nuestro paisano Celestino Alfonso y, con el permiso de las autoridades del municipio de Ituero de Azaba, estudiaremos próximamente la posibilidad de colocar en su pueblo un digno memorial en su recuerdo y en el de otro ciudadano de Ituero de Azaba, Adolfo Marcos Hernández, nacido el 14 de septiembre de 1913, teniente del ejército republicano español, que se exilió a Francia al finalizar la Guerra Civil y que también se enroló en la Resistencia francesa y que fue deportado en 1942 al campo de concentración nazi de Hinzert (Renania-Palatinado, Alemania), lugar donde fue asesinado el 11 de agosto de 1943, según información que me ha aportado el historiador salmantino Hilario Hernández (que tiene realizado un estudio muy interesante sobre los salmantinos que fueron deportados a campos de concentración nazis) también miembro de la Junta Directiva de nuestra asociación. Tienen derecho a que se les haga un merecido homenaje que les recuerde y dignifique, porque, como acertadamente manifiesta el músico, humanista y escritor barcelonés, Ramón Gener, “nadie muere del todo mientras alguien le recuerda”.